Primero fue Estrella, la diva flamenca; luego Soleá y sus aventuras con marchamo pop, y ahora, Kiki, el pequeño de la saga Morente, que, tras un debut de corte ortodoxo (Albayzín, 2017), da un paso al frente con El cante, álbum en el que cruza las lecciones de sus mayores con los nuevos lenguajes electrónicos. Una obra que él ve como "un paso más, siguiendo los cánones", a la vez que abriendo la puerta al sutil influjo ultramoderno. "Hay detrás un proceso paciente. Intentamos adoptar un poquillo el sonido de hoy en día, de la gente de mi generación", indica el cantaor granadino, de 32 años, que presenta el trabajo este sábado en el Casino de Barcelona.

El plural se refiere al equipo que forma con el productor y coautor de las composiciones, Enrique Heredia, Negri (ex-La Barberia del Sur), y con José Romero, "un gitano madrileño, del Rastro", con el que Kiki ha explorado el encuentro de su voz con la electrónica. "Él está en contacto con la música más urbana, el hip-hop, el rap y el trap, que yo desconocía", deja claro. Pero no nos despistemos, porque El cante, como indica su título, pone el foco en la voz y el arte jondo. "Es mi homenaje", subraya. "Entendiendo que el flamenco evoluciona, pero hay que ir poco a poco, con respeto a unos pasos que no te puedes saltar. Tenemos la suerte de disponer de las fuentes que nos dejaron los antiguos".

Tradiciones y fatigas

Ahí está su propio padre, Enrique Morente (1942-2010), a quien invoca en el tema titular, en compañía de sus hermanas: "Yo escucho los cantes de / antiguos maestros que cantaba mi pare y me / enseñó el flamenco", canta Kiki en esta pieza que, apunta, "reúne los colores y los mensajes centrales del disco" con su cita de palmas y discretas pulsiones maquinales. Una simbiosis que resulta natural para un cantaor que vivió de cerca, cuando tenía apenas seis años, la elaboración del clásico paterno Omega. "Recuerdo prácticamente toda la grabación del disco, en Armilla (Granada), y cómo ya percibí que era algo nuevo, atrevido, de locos", rememora. "Tengo inculcada esa inquietud de mi padre a la hora de crear y de hacer cosas nuevas, partiendo de los cimientos antiguos, pasándolo bien con la música". Otra referencia al pasado se desliza en Voces del 3 de mayo, pieza con bruma psicodélica y samples de voces como Manolo Caracol y Antonio Núñez Chocolate. "Esos cantaores representan el grito del pueblo. Eran de protesta en su tiempo, ya que cantaban a las tradiciones y las fatigas".

Inspiración

Los títulos de las composiciones de El cante aluden a cuadros de Goya (La riña en la venta nueva, El ciego de la guitarra o La vendimia o el otoño), porque el álbum es también "un homenaje al genio", que se le ocurrió tras una visita al Prado. Hay algo del sentido trágico del pintor que flota en torno al álbum y que, muy oportunamente estos días, se manifiesta sobre todo en el recitado del poema En castellano, de Blas de Otero, en el tema Mi voz, donde su timbre vocal resuena entre ecos fantasmales. "Un grito por la paz, un alegato contra las armas", precisa Kiki Morente.

Todo ese legado sonoro y poético adquiere colores inéditos con esos tratamientos tan acústicos como eléctricos que él ha querido desligar de las tendencias más tipificadas. "No he buscado que el disco tuviera sonidos etiquetables, sino tratar de hacer algo un poco propio", medita, se diría que siguiendo un camino escrito en las estrellas. "El álbum refleja un viaje, algo que tenía que hacer. Es el destino", aventura Kiki, que no se ve, pese a todo, como un revolucionario del flamenco como lo fue su padre. "¿A quién no le gustaría serlo? Pero ya bastante revuelto está el flamenco. De momento, vamos a intentar disfrutar".