Películas como ‘Starlet’ (2012), ‘Tangerine’ (2015) y ‘The Florida Project’ (2017) lo han erigido en uno de los exponentes más genuinos del cine independiente americano, y como retratista excepcionalmente empático de quienes han sido arrinconados en los márgenes de la sociedad estaounidense. Su nuevo trabajo, ‘Red Rocket’ funciona en ambos sentidos a modo de rotunda confirmación. En él, el cineasta neoyorquino convierte el retrato de un actor porno acabado que regresa a su pueblo natal tanto en una pertinente reflexión sobre el circo de la política.

‘Red Rocket’ transcurre durante las elecciones estadounidenses de 2016, y su protagonista es un tipo machista, chulesco, egocéntrico y embaucador. Es tentador asumir que se trata de un ‘alter ego’ de Donald Trump.

A decir verdad, la película pretende ser más bien una crítica a los políticos y la política en general, y creo que también Hillary Clinton podría sentirse aludida por ella. La he hecho con la esperanza de que interpele a todos los sectores de la sociedad, y de que los anime a hablar entre sí, porque mi país nunca había estado tan dividido como lo está ahora a niveles social e cultural, y no creo que pueda soportar esta situación mucho más tiempo. Por supuesto, no negaré que yo tiendo a situarme a la izquierda del espectro ideológico. Mis películas lo dejan claro. 

De su cine, además, suele decirse que trata de desmitificar la idea del Sueño Americano. ¿Está de acuerdo?

Pero, ¿qué es el Sueño Americano? No estoy seguro. En los años 50 la expresión solía aludir a la posibilidad de alcanzar una vida confortable y segura, pero en algún momento se convirtió en mero sinónimo de riqueza y poder, y ese es el significado que los políticos le dan actualmente. Lo que no admite duda es que mis películas retratan a gente que se ha visto abocada a la economía subterránea, la pobreza y la marginalidad por el sistema capitalista. Y esa gente creció creyendo que Estados Unidos es la tierra de las oportunidades, porque así se lo hicieron creer. Obviamente, los engañaron.

Las trabajadoras y los trabajadores sexuales son una constante en su cine. ¿Por qué?

Porque esos oficios están envueltos de una doble moral que me parece terrible. La prostitución, sin ir más lejos, es la profesión más antigua del mundo y, en mi país, sigue siendo ilegal en todos los Estados excepto Nevada. Los trabajos sexuales siguen siendo estigmatizados y criminalizados pero al mismo tiempo, para bien o para mal, son trabajos esenciales. Yo hablo de ellos para reivindicar la humanidad de quienes los llevan a cabo.

La pornografía, después de todo, tiene un gran impacto cultural, y de alguna manera eso es algo de lo que también habla su película.

Es así. Cuando yo era un chaval, descubrir el porno era un proceso muy complicado, y se limitaba a hojear algún ejemplar de la revista ‘Hustler’ a escondidas de vez en cuando. Actualmente, mocosos de 10 años tienen acceso descontrolado al porno ‘online’, y está demostrado que eso condiciona tanto su idea general del sexo como la actitud que mostrarán en el futuro a la hora de practicarlo. Eso es un problema que nuestra sociedad no está afrontando; no estamos asumiendo nuestra relación con el sexo. Y no lo está haciendo por ese puritanismo hipócrita que el asunto genera. Un ejemplo: cuando fui al cine a ver ‘Escuadrón suicida’, que es una película ultraviolenta, a mi lado había un niño de unos 8 años acompañado de su padre, y al preguntarme qué efectos tendrían esas escenas de amputaciones sobre la criatura me entraron ganas de llamar a los Servicios Sociales. Pero la violencia está socialmente aceptada y el sexo, que es algo natural y positivo y hermoso, sigue siendo tabú. 

Tras el éxito que obtuvo gracias a ‘The Florida Project’, usted seguramente podría haber tenido acceso al cine ‘mainstream’ o, al menos, a la posibilidad de trabajar con presupuestos mayores. Sin embargo, ‘Red Rocket’ es una película aún más pequeña. ¿Qué pasó?

Los cineastas solemos dar por hecho que trabajar con más dinero y actores más conocidos nos hará la vida un poco más cómoda, pero yo debo ser realista y no olvidar que, si con el tiempo he logrado cierto éxito artístico, probablemente sea porque lo que se me da bien es ese cine pequeño e independiente. Dicho esto, lo cierto es que en los últimos años estuve trabajando en un proyecto mucho más grande. Me dediqué a él durante dos años y, de repente, el coronavirus lo echó por la borda. En su lugar surgió ‘Red Rocket’, cuyo presupuesto es una cuarta parte del de ‘The Florida Project’. Por momentos siento que voy para atrás, como los cangrejos. Supongo que, si eso es así, seguramente así es como debe ser.