ENTREVISTA CON EL ESCRITOR UCRANIANO

Andréi Kurkov: “No dejaré de escribir en ruso, el idioma no pertenece a Putin”

El escritor ucraniano más conocido fuera de su país, autor de Diario de una Invasión, habla sobre el impacto en la literatura de la guerra en Ucrania

Barcelona 31/01/2018 Andrei Kurkov, escritor ucraniano.

Barcelona 31/01/2018 Andrei Kurkov, escritor ucraniano. / Ferrán Nadeu

Mario Saavedra

Andréi Kurkov (San Petersburgo, 1961) es el escritor ucraniano más conocido fuera del país. Su novela Muerte de un pingüino ha sido un superventas traducido a 40 idiomas. Su obra más reciente es Diario de una Invasión (Debate, 2022), en el que narra el día a día de los primeros meses de la guerra que asola Ucrania. Kurkov nos cuenta que está preparando una segunda entrega. Atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, por videoconferencia desde la Universidad de Stanford (California), donde reside temporalmente dando clases de literatura rusa post soviética. Cuando termine el curso pretende volver a Kiev, la capital ucraniana que ha vuelto a ser bombardeada esta semana con misiles de alta potencia. Allí viven sus hijos. 

Pregunta: El 23 de febrero escribió en su Diario de una Invasión que no parecía probable una guerra. Comenzó solo unas horas después… Respuesta: Sí, no me lo esperaba. Me sorprendió el nivel de la escalada y el ataque total a todas las regiones ucranianas. Pensé que quizás aumentarían los ataques en el Donbás, pero no una invasión de todo el país. Quizá me dejé influir por el presidente Volodímir Zelenski, que repetía diariamente que no iba a haber guerra. 

P: Habla en su libro de que el día antes de que comenzara la invasión, el restaurante libanés bajo su casa en Kiev estaba preparando una terraza de verano. ¿Qué ha sido de ese restaurante? R: Sigue, pero al final la terraza no abrió. La gente prefiere comer en el interior, claro [ríe].

P: Algunos autores ucranianos que, como usted, escribían en ruso, han decidido pasarse al ucraniano. Por ejemplo Volodímir Rafeienko o Iya Kiva. ¿Piensa hacer lo mismo? R: No. La lengua rusa en Ucrania no debe estar controlada por Moscú. Es un asunto separado. El ruso es uno de los idiomas de Ucrania, como el tártaro en Crimea o el húngaro en Transcarpacia. Ahora se considera la lengua del enemigo, y sé que, por la guerra, su uso disminuirá y será menos importante en la cultura ucraniana. Antes de la guerra yo ya escribía también en ucraniano, por ejemplo libros infantiles, y lo seguiré haciendo. Pero me mantendré rusoparlante para mi prosa y para mi ficción. No voy a cambiar de idioma. El motivo es que no creo que la lengua rusa pertenezca a Putin, y tras la guerra seguirá habiendo una gran proporción de rusoparlantes tanto en el este como en el sur del país. 

P: ¿Se venden en Ucrania sus libros en ruso? R: No, en Ucrania ya no publico mis libros en ruso, sino las traducciones, por dos motivos: el ideológico, porque probablemente no es moral hacer en estos momentos ninguna promoción de la cultura en ruso; y porque las librerías en Ucrania ya no quieren vender libros escritos en ruso. 

P: ¿Va a seguir escribiendo sobre la guerra? R: Estoy escribiendo ahora la segunda parte de Diario de una Invasión. La llevo por la mitad. Últimamente, casi todo lo que escribo son artículos y ensayos. Por ejemplo, he estado escribiendo una serie de libros sobre la guerra civil en Kiev en 1919. Están conectados con la guerra actual. Aquello de hace cien años fue un intento de los bolcheviques de ocupar Ucrania. La guerra civil en Ucrania duró cuatro años, desde 1917 a 1921. Los bolcheviques llegaron a ocupar Kiev cuatro veces, pero no fue hasta 1921 cuando consiguieron ocupar toda Ucrania y hacerla una república soviética. Y tengo también una novela por terminar sobre aquella Kiev ocupada de 1919. 

P: Ha habido bastante presión diplomática desde Ucrania, también aquí en España, para que se deje de usar los topónimos rusos Kiev y Járkov, y se empiece a usar la versión en ucraniano, Kyiv y Járkiv. ¿Usted cree que se debe cambiar? R: Al principio, cuando comenzó el movimiento para pedir a otros países el cambio, yo era reacio. Pero ahora creo que tiene sentido. “Kiev” viene de los tiempos en que Ucrania pertenecía al imperio ruso. Ahora la única lengua oficial de Ucrania es el ucraniano. Es lógico que se cambie de la transliteración rusa por la ucraniana para los nombres de las ciudades. Si usas la rusa, es que aceptas el origen imperial y cultural ruso. 

P: ¿Cree que esta politización del uso de los idiomas discrimina a la población ucraniana rusoparlante? R: No lo creo. Antes de 2014, el 20% de los ucranianos, especialmente los rusoparlantes, votaban por partidos prorrusos. Ahora, parte de esa gente, probablemente la mitad, se ha ido a Rusia. Los rusoparlantes que se han quedado no son ya prorrusos, sino proucranianos. Además, los jóvenes son ya todos bilingües, entre otras cosas porque en la cultura popular el ucraniano se ha hecho más presente que el ruso. Eso no era así antes de la invasión de 2014. Entonces, los youtubers rusos eran mucho más populares en Ucrania que los ucranianos. Tras las atrocidades en Bucha o Irpin, los jóvenes han dejado de seguirlos. 

P: ¿Habrá un auge de la literatura ucraniana tras la guerra? R: Hay ya un revival de la literatura ucraniana. No solo porque esté de moda, sino porque los jóvenes escritores y los poetas sienten que pueden influir en la lengua con sus escritos: inventan palabras nuevas, porque saben que esas palabras nuevas pueden acabar en el diccionario. Escriben con pasión en ucraniano. Los que escriben en ruso no tienen esa emoción. Usan la lengua como un mero instrumento.

P: Hablando de la relación entre la cultura y la guerra, ¿qué piensa del boicot a los artistas rusos en exposiciones internacionales, o a los atletas rusos en competiciones mundiales? R: Sobre los atletas, hay que tener en cuenta que compiten para que al final se ice su bandera. Representan al imperio ruso y a Vladímir Putin. No es un asunto deportivo, sino político. Sobre los artistas o los escritores, desde mi punto de vista, aquellos que estén contra Putin y defiendan la democracia no deben ser prohibidos, sino promocionados.

P: ¿Y qué hay de los clásicos rusos, los artistas que ya están muertos? R: Depende de cómo esa cultura es instrumentalizada por Putin. Por ejemplo, Alexander Pushkin se ha convertido de alguna forma un soldado en el Ejército actual de Putin. Porque la propaganda rusa usa a Pushkin. Al principio de la guerra, los libreros rusos recibieron una carta del Ministerio de Cultura en la que se les pedía que organizaran actividades para apoyar a las Fuerzas Armadas en su misión en Ucrania. Y muy a menudo usaban la imagen de Pushkin. Durante la ocupación de Jersón, las autoridades de ocupación pusieron carteles con citas de Pushkin, extraídas de sus cartas, en las que se hablaba de cómo esa zona era una parte maravillosa del imperio ruso. Eso no significa que haya que prohibir a Pushkin. Puedes seguir amándolo, comprándolo en librerías ucranianas. Pero hay que tener en cuenta cómo las fuerzas políticas rusas usan la cultura para promover su grandeza y superioridad. 

P: Entiendo que sugiere que se estudie caso por caso… R: Exacto. Por ejemplo, piensa en Vladímir Sorokin. Un autor ruso cuyos libros se quemaban en la Plaza Roja hace 20 años y que ahora vive en Berlín. Él defiende a Ucrania en esta guerra. Gente como él son los mejores escritores rusos vivos, pero no tienen nada que ver con Putin. No puedes hacerles responsables por lo que Putin hace en Ucrania. 

P: Como escritor y periodista, ¿qué papel cree que debe tener en esta guerra? R: Lucho en el frente de la información y en el cultural. Soy un testigo. Creo que los escritores deben producir testimonios y recrear las imágenes de esta guerra, no sólo para las generaciones futuras, sino también para los tribunales de hoy. Tras la masacre de Bucha, algunos escritores fueron allí a ayudar a documentar las atrocidades cometidas. Mi amiga, Victoria Amelina, escritora de Leópolis, fue a Izyum tras su liberación, para investigar qué pasó con el escritor de cuentos infantiles Volodymyr Vakulenko. Resultó que había sido ejecutado por los rusos a principios de marzo del año pasado. Su cuerpo sin vida se encontró a finales de 2022.