Entrevista
James Ellroy: “Marilyn es un coñazo, maldigo el día en que decidí escribir este libro”
Estrella de la novela negra mundial y autor de la recién publicada ‘Los seductores’, el estadounidense James Ellroy participa en la tercera edición del Hay Festival Forum Sevilla

El Correo de Andalucía
Paco Camero
A James Ellroy nos lo encontramos de mañana, descansado y -dados los acostumbrados y famosos estándares que han dado forma a su leyenda de “perro diabólico”- relajado. De vuelta al hotel, tras la sesión fotográfica en la Plaza Nueva de Sevilla, comenta divertido el parecido de un taxista que aguarda la llegada de clientes con Gabriel García Márquez. En el apresurado debate sobre titanes del boom latinoamericano que surge a partir de la anécdota, el periodista se declarará más partidario del Vargas Llosa novelista que del autor de Cien años de soledad, obra que Ellroy despacha, muy en su línea, como "creepy shit” (mierda espeluznante, aproximadamente).
“No sé si sigue vivo”, se pregunta de repente, más sorprendido que alarmado, sobre Vargas Llosa, al que elogia por su pensamiento de “centrista estadounidense de toda la vida”. Ellroy es la gran estrella de la tercera edición del Hay Festival Forum Sevilla, que durante este jueves y viernes ofrecerá en la ciudad casi una treintena de actividades en torno a la literatura, la arquitectura y el periodismo en distintos espacios (Biblioteca Pública Infanta Elena, Fundación Cajasol, Fundación Valentín de Madariaga, Fábrica de Artillería…).
Radical renovador de la tradición del hard boiled estadounidense, el autor de La Dalia Negra, L.A. Confidential, Sangre vagabunda o Jazz blanco, por citar sólo cuatro de los títulos que le han valido la consideración de leyenda viviente del noir contemporáneo, Ellroy no es tan mayor como el Nobel hispanoperuano, pero no deja de sorprender que a sus casi 77 años sea capaz de convocar la desatada energía que vibra en Los seductores (Penguin Random House), su último libro, un buen tocho de casi 600 páginas que lo ha traído de visita estos días a la capital andaluza.
Con su conocido talento para construir tramas complejas y enrevesadas, Ellroy vuelve en Los seductores a su Edén corrupto particular, la ciudad de Los Ángeles de los años 40, 50 y 60, un territorio al que siempre regresa en busca del tiempo perdido de su niñez y juventud, cuando era una bala perdida que coqueteaba con la delincuencia y consumía drogas a mansalva tras el brutal impacto que supuso el asesinato de su madre cuando tenía sólo 10 años.
De nuevo, pues, Los Ángeles como espacio mítico y símbolo del esplendor y la oscuridad de toda una época, esta vez los 60, más exactamente el año 1962. Actrices de poca monta y estrellas de cine, policías inmorales y pervertidos sexuales, mafiosos maquiavélicos y extorsionadores de baja estofa, políticos con diploma cum laude en maniobras en el fango y estrellas de cine se dan cita en su nuevo libro, un thriller en el que hace añicos el mito de Marilyn Monroe –el activador del minucioso mecanismo narrativo de la novela es la investigación de su muerte– y con el que Ellroy vuelve a exponer con su mirada inclemente las fuerzas oscuras y las pulsiones inconfesables que la cultura triunfal de su país convenientemente ocultó bajo la alfombra.
Sentado frente a la grabadora se acaban las ganas de distendida cháchara. Ellroy no es uno de esos escritores que tienen un discurso y afán de difundir sus opiniones sobre esto y aquello. Al igual que su prosa, seca y cortante, como traspapelada de un informe pericial, el escritor va al grano. Ni matices ni tonterías, al tuétano.
Detesta usted a Marilyn, ¿por qué, entonces, una novela en torno a ella?
Yo no he escrito una novela sobre Marilyn Monroe. No, no, no, no. Es una novela sobre Los Ángeles en 1962 y, en este marco, ella es un personaje menor. Era una mujer caprichosa, estúpida, superficial, pretenciosa, usurera, una prostituta en todos los sentidos posibles. Y además su relación con John F. Kennedy no fue gran cosa. De modo que Marilyn, para mí, no fue más que un punto de partida para hablar de Los Ángeles en 1962.
"Era una mujer caprichosa, estúpida, superficial, pretenciosa, usurera, una prostituta en todos los sentidos posibles"
Dice usted que no hay ningún misterio en torno a su muerte, ningún interés oculto de nadie en particular, aunque su libro sugiere lo contrario. ¿Por qué ha querido jugar al despiste?
No hubo ninguna conspiración, no fue asesinada. Fue exactamente lo que pareció: una sobredosis accidental. Tenía una tremenda adicción al Nambutal, las pastillas que tomaba para dormir, y además bebía cantidades industriales de alcohol. De modo que fue esa combinación mortal de sustancias lo que la mató.
¿Por qué cree que tanta gente siga creyendo que se nos oculta algo sobre su muerte?
Porque la gente es idiota. Porque a la gente le encanta retozar en el drama todo el tiempo. Por internet, que es una herramienta de Satán en la Tierra, falso alimento para almas pobres que están desesperadas por encontrar sentido a sus vidas y tratan de llenarlas con las vidas de los demás. Marilyn no significó nada para John Kennedy, no se acostaron más de seis o siete veces en unos cuantos años y en todo ese tiempo probablemente no hubo más de una hora de sexo, entre otros motivos porque Kennedy era un hombre-de-dos-minutos, no duraba más, esa es la verdad.
"Internet es una herramienta de Satán en la Tierra, falso alimento para almas pobres que están desesperadas por encontrar sentido a sus vidas y tratan de llenarlas con las vidas de los demás"
A todo esto, ¿debemos esperar alguna sorpresa con la desclasificación de los documentos secretos sobre la muerte de Kennedy?
No hay absolutamente nada. Lee Harvey Oswald mató a Kennedy. Marilyn murió de una sobredosis. Donde otros quieren ver misterios, se impone invariablemente, siempre, el contexto más simple y más evidente.
¿Por qué una persona tan boba y, para resumir, mala como Marilyn, según usted, fue elevada a la categoría de mito y símbolo americano del siglo XX?
Porque era ordinaria y guapa de manera vulgar, era una especie de exageración de todo lo que caracterizaba a las mujeres en aquella época. Y además la gente es estúpida y se deja llevar fácilmente por cualquier cosa.
Antes de esta demolición de Marilyn llevó usted a cabo las de John y Robert Kennedy, Luther King o James Dean. ¿Su problema con los mitos atañe únicamente a los que produjo la cultura de su país en el siglo XX o es un desprecio en general?
No lo sé. James Dean era una mala persona, y así lo retraté en Pánico, de manera cómica. Respecto a Robert Kennedy, no estoy de acuerdo, yo siempre lo he considerado un gran hombre, a diferencia de su hermano John, que fue un presidente de segunda categoría. El hecho de que tanto él como Marilyn muriesen con cierta proximidad temporal es lo único que les ha dado su inmerecida inmortalidad de mierda. No sé si tiendo a desmitificar, hablo de toda esta gente como creo que eran y para ello me baso en mi instinto, prácticamente no investigo nunca nada. Pero me pregunto si ha leído usted mi libro, porque no me está hablando de los demás personajes, como por ejemplo los ficticios, que a mí desde luego me interesan mucho más que los reales. Marilyn es un auténtico coñazo, maldigo el día en que decidí escribir este libro. Sí, lo he leído, y precisamente le iba a preguntar a continuación por el protagonista, Freddy Otash….
Quiero decir, estoy feliz con este libro, está siendo un éxito. Pero ese éxito se debe a que la gente conoce la historia de Kennedy y Marilyn, o creen que la conocen. Tuvieron una relación fugaz. Y luego ella murió. Por Dios, la gente lee este libro como si fuera una historia del Private Eye [una revista británica que mezcla periodismo de investigación y sátira de figuras públicas], pero no, es una novela de detectives.
Como Freddy Otash, sí. Le iba a decir que este tipo corrupto e inmoral sin embargo tiene un último gesto limpio, puro, bueno en definitiva, el único al que asistimos por su parte o por parte de cualquier otro personaje en toda la novela…
Soy una persona que cree en la redención.

James Ellroy, durante la entrevista en el Hotel Inglaterra de Sevilla. / Jorge Jiménez
¿Su cristianismo, la visión del mundo que conlleva, ordena de alguna manera también su literatura?
Por supuesto, mis libros son cristianos de cabo a rabo.
Se ha definido a veces como un puritano. ¿Qué significa eso para usted exactamente?
Es una manera de explicarme a mí mismo. Me adhiero a ciertos principios calvinistas. Creo firmemente que fui elegido por Dios. Y que fui elegido como agente revolucionario, para quemar el género del hard boiled hasta sus cimientos y luego resucitarlo.
Ha escrito usted libros autobiográficos, como Mis rincones oscuros, pero su literatura por lo demás habita un mundo autorreferencial, refractario al presente, en ese limbo espacio-temporal del pasado de Los Ángeles. ¿Por qué no le interesa escribir sobre el mundo de hoy en día?
Ni me gusta ni me interesa el presente. Soy una persona que vive en el pasado. No tengo ordenador, no tengo internet, no tengo teléfono móvil.

Detalle de las manos del escritor James Ellroy durante la entrevista. / Jorge Jiménez
Me han dicho expresamente que no le pregunte nada sobre la actualidad, y no lo voy a hacer porque además sé que no me va a decir nada, pero sí quiero preguntarle, más allá de su condición de escritor célebre, cómo se relaciona con el presente. Lo quiera o no, estamos hablando usted y yo en el año 2025.
No me relaciono, sencillamente. Veo combates de boxeo por televisión, a veces con mi mujer, y leo libros que fueron escritos hace muchísimos años. Casi exclusivamente novelas policiacas, por cierto. Hago algo de ejercicio. Y tengo algunos amigos. Poco más. Llevo una vida muy tranquila en Denver, Colorado.
Si hubiese podido usted vivir en Los Ángeles de sus novelas, ¿qué tipo de personaje suyo cree que podría haber sido?
Nunca me ha planteado algo así, y como es una situación hipotética y nunca va a suceder…
Se ve a sí mismo como el mejor escritor de novelas policiacas de todos los tiempos. ¿Regañamos a Joyce Carol Oates por haberlo calificado solamente como “el Dostoievski americano”?
Dostoievski, ¿eh? El Ellroy ruso [risas].
¿Hay algo que le reconcilie con la vida? ¿Algo que pese a la corrupción, la violencia, el crimen, la depravación, le haga pensar, de vez en cuando, que el ser humano es capaz de elevarse sobre sus propias miserias
No lo hay. Nada. Ninguno de nosotros puede salvarse por sí mismo. Sólo a través de Dios.
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