Guerra contra las drogas
Patricia Evangelista, periodista filipina: “Duterte prometió que lo terrible se convertiría en algo cotidiano y no mintió: mató a sus propios ciudadanos”
Reportera del 'trauma' y testigo directo de la violencia desatada en Filipinas entre 2016 y 2022, Evangelista publica 'Que alguien los mate', crónica de la sangrienta guerra contra el narcotráfico en el país

La periodista filipina Patricia Evangelista, autora de 'Que alguien los mate', en el patio del CCCB / Zowy Voeten
David Morán
Llegó Rodrigo Duterte al poder en 2016 y, tal como había prometido, se puso manos a la obra con su gran obra de gobierno: acabar con la droga en Filipinas, liquidar a los drogadictos y borrar a todos los narcotraficantes del mapa. “No hay muchos los líderes mundiales que digan: ‘mataré a mis propios ciudadanos’ y luego cumplan”, recuerda Patricia Evangelista (Manila, 1985), periodista que siguió de cerca la brutal cacería de Duterte como reportera de la agencia de noticias Rappler y que publica ahora ‘Que alguien los mate’ (Reservoir Books), escalofriante crónica una guerra contra las drogas que acabó en sangría. Miles de muertos, un cruento imperio del terror y un insoportable reguero de asesinatos extrajudiciales.
“Tendrían que ‘perecer’, decía el presidente. Serían ‘borrados de la faz de la tierra’. Él ‘masacrarìa a esos idiotas’. Lo haría con sus propias manos si pudiera. Abandonarlos en un bote en medio del Pacífico hasta que se ahogaran. Arrojarlos desde helicópteros. Colgarlos 'no de cuerdas', sino de alambres de espino, afilados como cuchillas, tan afilados que, 'al caer, la cabeza se quedara atrás una vez que el cuerpo impactara contra el suelo'”, escribe Evangelista, cuarta residente internacional en el CCCB, parafraseando al hombre que, pocas horas antes de esta entrevista con EL PERIÓDICO, ganaba las elecciones a la alcaldía de Davao desde una celda de La Haya.
¿Cómo se explica que, desde prisión, encarcelado por presuntos crímenes contra la humanidad, Rodrigo Duterte haya vuelto a ganar unas elecciones?
Duterte aún tiene una enorme influencia en Filipinas. Se le permitió continuar su candidatura a la alcaldía de Davao, de donde era oriundo, y ganó por goleada. Si consideramos estas elecciones como un referéndum sobre su figura, la conclusión es que mi país ha decidido no exigirle cuentas por lo ocurrido durante la guerra contra las drogas.
Filipinas nunca ha sido un país seguro para los periodistas, al menos en los últimos 40 años. Decenas de reporteros han sido asesinados desde los años 80"
¿Cómo definiría esos seis años?
Fue algo brutal. He sido periodista de trauma durante muchísimo tiempo, y aunque durante gran parte de ese tiempo cubrí masacres y desastres, me parecía que informaba sobre cosas terribles que la gente no quería que volvieran a ocurrir. Cuando Duterte fue elegido, prometió que lo terrible se convertiría en algo cotidiano. Murieron muchas personas. Y se celebró. Duterte no mintió sobre sus intenciones; dijo que mataría a sus propios ciudadanos y lo hizo.
En el libro explica que tuvo que dejar una temporada Manila por su propia seguridad. ¿Cuál es ahora mismo su situación? ¿Sigue amenazada?
Filipinas nunca ha sido un país seguro para los periodistas, al menos en los últimos 40 años. Decenas de reporteros han sido asesinados desde los años 80. Cuando Duterte fue elegido, dijo que el hecho de que fuéramos periodistas no significaba que no fuéramos blancos legítimos de asesinato. Así que, aunque ahora mismo no me preocupa tanto la seguridad física, no es algo que yo ni ningún otro periodista en Filipinas podamos ignorar.
¿Existe un número oficial de muertos durante la guerra contra las drogas?
En Filipinas hay dos tipos de asesinatos, al menos los relacionados con las drogas: el primero ocurre durante operaciones policiales y, según el gobierno de Duterte, más de 6.000 personas fueron asesinadas por la policía. Se asume que cada una de estas muertes fue legítima. Existe otro tipo de muerte que generalmente, en los informes policiales, aparece como perpetrada por hombres armados anónimos. Podrían ser justicieros pagados por la policía o, simplemente, un vecino al que no le gustan las drogas. Si lo sumamos todo, según la comunidad de derechos humanos y la Corte Penal Internacional, podría haber entre 27.000 y 30.000 muertos. De nuevo, las cifras son difíciles de precisar.

Patricia Evangelista, durante la entrevista con EL PERIÓDICO / Zowy Voeten / EPC
Lo mismo ocurre con el número de drogadictos en el país. Oficialmente se hablaba de entre 1,3 y 1,8 millones de consumidores, pero Duterte elevó la cifra considerablemente.
Las cifras pueden mentir, igual que el lenguaje. Duterte decía que había 5 millones sin ninguna base real. Se trata de crear el problema para poder eliminarlo. Filipinas, en efecto, tiene un problema de drogas, como cualquier otro país, pero no el tipo de problema que Duterte describió. Y, sobre todo, no el problema que la guerra abordó. Muchos de los muertos eran consumidores ocasionales, menores de edad o personas que estuvieron en la línea de fuego.
Incluso con Duterte sentado en La Haya, esperando su juicio por crímenes de lesa humanidad, pagaremos por esto durante generaciones"
¿Se ha reducido el consumo de drogas?
En ningún lugar del mundo una guerra contra las drogas, cuando se define como tal, ha tenido éxito. Hay que ver la drogadicción como una enfermedad. Pero Duterte no cree en la rehabilitación. Sólo cree en el castigo. Un día, quizá un año o dos después del inicio de la guerra, sus policías mataron a 32 presuntos narcotraficantes en una sola ciudad en apenas 24 horas. A la mañana siguiente, Duterte, desde la tarima, dijo que era algo hermoso.
Uno de los justicieros a los que entrevista en el libro le dice que él no es malo; que simplemente hay gente que tiene que morir.
Filipinas es uno de los países más católicos del mundo y, aún así, nos adaptamos a la lógica de la violencia. Está bien matar siempre y cuando a quien mates no sea humano. No es que estemos matando gente; matamos porque no son personas.
¿Cuál es la herencia que deja Duterte en el país?
Siempre ha habido impunidad en Filipinas y la vida, durante mucho tiempo, ha sido barata. Pero no se suele decir explícitamente, menos aún celebrarlo o aplaudirlo. Así que incluso con Duterte sentado en La Haya, esperando su juicio por crímenes de lesa humanidad, pagaremos por esto durante generaciones. Serán los niños cuyos padres murieron en la guerra. Serán los hijos de los asesinos. Y serán los niños que, como yo, lo vieron por televisión o salieron a la calle y vieron los cuerpos en el suelo y pensaron: ‘Esto es normal’.

Patricia Evangelista, autora de 'Que alguien los mate', en el CCCB / Zowy Voeten
¿Cómo ha sido la recepción de ‘Que alguien los mate’ en Filipinas?
Evidentemente, el gobierno no ha respondido, pero Random House, mi casa editorial, ofreció ejemplares gratis a las familias de los supervivientes y organizamos una firma de libros en una iglesia en la que me pedían que los firmase no para ellos, sino para sus muertos. Querían honrarlos con todas sus fuerzas.
¿Y qué pensarán todas estas familias al ver que sus vecinos, puede que incluso sus amigos, han vuelto a votar por Duterte?
Creo que están acostumbrados a la decepción. Yo estoy acostumbrada. Gran parte del país esperaba que Duterte ganara. Davao es la cuna del apellido Duterte, así que no creo que haya mucha sorpresa.

'Que alguien los mate' / 'Algú els ha de matar'
Patricia Evangelista
Reservoir Books / Comanegra
411 páginas / 408 páginas
23,90 euros / 22,90 euros
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