Isabel Bugallal.A Coruña

La historia de cómo se conocieron se convierte en el comienzo de un divertido relato de la vida literaria de Barcelona a través de las tertulias a las que ambos acudían, el escritor Enrique Vila-Matas, como tertuliano asiduo, y la crítica Mercedes Monmany como visitante ocasional. El autor de El mal de Montano se queja de que le pregunten por su salud, resquebrajada tras el colapso renal que sufrió en verano de 2006. "A raíz de una entrevista en El País me lo preguntan siempre y no quiero explotar mi salud. Es como lo de Marguerite Duras. También conocí a Barthes... O la entrevista ficticia que le hice a Marlon Brando en Fotogramas".

Mercedes Monmany (M.M.): Algo parecido le ocurre a Claudio Magris. Se queja de que siempre le pregunten por Europa, pero él está ligado inevitablemente a la idea de Europa.

Tras el inciso sobre la salud, retoman la conversación.

M.M.: Un día César (Antonio Molina) me dijo: "He quedado con un chico escritor, Enrique Vila-Matas, en la librería Crystal, de Barcelona". Yo leía todo lo que se leía entonces. Me gustaba mucho la literatura no realista y de vanguardia y para mí Enrique era lo más distinto y rompedor que conocía. Me había gustado mucho su libro Al sur de los párpados (1980), no se entendía nada pero yo percibía que estaba en la línea Tel Quel, y empezamos a ser todos amigos, con Paula Massot, la mujer de Enrique.

Vila-Matas (E.V.-M.): Era la época en que teníamos una tertulia literaria en el bar del cine Astoria, en la calle Balmes, que tenía de todo menos literaria. Era un bar muy norteamericano.

M. M.: Un bar muy tipo Hopper, de los años cincuenta.

E. V.-M.: Allí se reunían Cristina Fernández Cubas, Carlos Trías, un poeta peruano que se llamaba Vladimiro Herrero y muchos contertulios ocasionales.

M. M.: Yo, cuando iba a Barcelona a ver a mis padres, mi primera visita era al Astoria, donde se reunían tres días a la semana.

E.V.-M.: Cada día. Lo de tres días... Era una época en la que yo no me planteaba si saldría o no saldría de noche: salía de noche.

M.M.: Era una tertulia non stop, no acababa nunca.

V.-M.: Un día Toni López, el editor de Tusquets, llevó a José Bianco, personaje mítico, amigo de Borges y fundador de la revista Sur con Silvina Ocampo. Era muy agradable y simpático, estuvo veinte minutos en la tertulia. Alguien derramó café sobre su pantalón blanco y había tal agitación ese día que Bianco, viendo que nos movíamos tanto y entrábamos y salíamos, me dijo con humor: "Oiga, a mí me habían dicho que esto era una tertulia literaria, pero a mí me parece que es una tertulia de cocainómanos".

M. M.: Yo me acuerdo de que iba tres o cuatro veces al año y había cuatro chicas islandesas, todas novias del peruano Vladimir Herrera, que era un hiperdonjuan.

E. V.-M.: Es verdad, nosotros estábamos rodeados de mesas con gente que nosotros no veíamos pero que observaban el fenómeno.

M. M.: Luego esa tertulia desaparece, porque desaparece el cine, y durante unos años fuisteis mucho al Bikini, una discoteca al aire libre en la Diagonal. Iban Sergi Pàmies, Quim Monzó... Era una tertulia más abierta.

E. V.-M.: Era una reproducción de lo que había sido el mundo de Bocaccio que yo conocí cuando tenía veinte años, con la diferencia de que así como en Bocaccio había una sola clase social, la famosa gauche divine, aquí se unían muchas clases sociales y culturales. Y además estaban mezclados los escritores en catalán con los escritores en castellano. Así es como nos hicimos amigos de Pàmies y Monzó. Barcelona era una ciudad más abierta y saludable en este sentido, esa famosa separación no se producía entonces. Esa es la versión oficial, la real es que no existe tal separación. Si hay una sociedad transversal culturalmente es la catalana.

M. M.: Entonces cerraron la sala Bikini y os fuisteis a un sitio un poco siniestro que se llamaba...

E. V.-M.: Séptimo Arte. Eran ya los noventa. Ahí podíamos dejarlo... Luego estaba Giardinetto.

M. M.: Eran otros tiempos, a Enrique ya lo invitaban a foros internacionales, íbamos creciendo, y el Giardinetto era un sitio más convencional, de maduros de la burguesía barcelonesa.

E. V.-M. : Sí, pero es la herencia de Bocaccio.

M. M. : Ahora son editores, arquitectos, escritores reconocidos...

E. V.-M. : Sí, pero no es la herencia de Bikini, es la de Bocaccio que permanece 40 años después. Se puede hacer un reportaje de bares, como un artículo muy bonito de Jaime Gil de Biedma del libro El pie de la letra. Gil de Biedma cuenta todos los bares en los que se reunían ellos antes de existir Bocaccio. Se llama Revista de bares. Es interesantísimo. Lo digo porque lo que estamos haciendo es una visión de revista de los bares...

M. M. : A todo esto aparece el joven Ignacio Martínez de Pisón.

E. V.-M. : Que se incorpora ya en el Astoria y en Séptimo Arte.

M. M. : Y en determinado momento pasáis a otro bar marginal, Caos Mil, con una barra siniestra, y entonces aparece Javier Tomeo.

E. V.-M. : Recuerdo mis esfuerzos por convencer a la gente amiga para que fueran allí porque para mí era la misma onda.

M. M. : Era ya la decadencia. Debías actuar como líder porque íbamos allí y era un sitio infecto.

E. V.-M. : Recuerdo que ahí fue Almudena Grandes, pero las chicas le pusieron la proa.

M. M.: Estamos haciendo un relato generacional.

E. V.-M.: Sí, se habló incluso de la generación del Astoria.

Llega Ignacio Martínez de Pisón (I. M. P,) (Zaragoza, 1960).

M. M.: ¿Y tú cómo conociste a Enrique?

I. M. P.: En un premio Herralde, cuando yo iba a sacar un libro en Anagrama . Tú te habías ido al fútbol con Herralde y saliendo del Camp Nou te dijo: "Voy a sacar a un chico joven de Zaragoza.

E. V.-M.: Hablamos y me cayó muy bien, y de repente me dice: "He leído tu libro Nunca voy al cine y hay unos cuentos que me gustaron y otros no tanto. ¿Cómo que otros no tanto?

I. M. P.: Pero aquel día no discutimos. Discutimos poco después. Quedamos para ir al Bikini en mi Dos caballos, y de repente lanzó una de sus frases célebres: "Eres tan tonto que no te das cuenta de lo tonto que eres". Me lo dijiste tantas veces que te dije, "Enrique, puerta, fuera y adiós".

M. M.: Es un amigo muy fino, nunca dice tacos y su máximo insulto es de patio de colegio, tonto, que equivale a gilipollas.

I. M. P.: Te quedaste en mitad de la Diagonal y dijiste `yo aquí no me bajo´, entonces ya nos hicimos amigos, porque retiraste lo de tonto con tal de no bajarte del coche e ir andando hasta el Bikini.

Al acabar, Vila-Matas dice a la periodista: "Puedes utilizar lo de la salud. Yo utilizaré esta conversación. Utilizo todo".