Balonmano
La penúltima leyenda del OAR
Abel, uno de los dos únicos supervivientes de la plantilla que consiguió el ascenso, dice adiós al balonmano en activo, aunque se dedicará a entrenar a la cantera
María Varela | A Coruña
El portero Abel Valcárcel cuelga los bártulos y se retira del balonmano, por lo que el OAR se queda sin uno de los dos únicos supervivientes de su época dorada, de aquella plantilla que consiguió de forma magnífica el ascenso a División de Honor B y que con aún más mérito mantuvo la categoría. El guardameta ha dedicado 18 años al club coruñés, que ya es como su familia. Hasta esta temporada como jugador y ahora como entrenador: es el coordinador de la cantera, el técnico del equipo cadete y juvenil y dirige a la selección gallega infantil. El balonmano fue, es y será su vida.
Su historia es la de un jugador vinculado a unos colores y que escribió algunas de las páginas más brillantes de su historia, algunas, incluso, con tinta heroica. Fue el caso de la temporada 2001-02. El OAR disputaba la fase de ascenso cuando en el calentamiento, Abel se hizo daño en la rodilla. En ese momento, no sabía exactamente lo que tenía, pero el otro portero del equipo también estaba lesionado así que, como explica el propio protagonista, "o jugaba o no había nadie": "Fue una casualidad que se dio. Me dolía, pero era el único portero. Por suerte fui cumpliendo. En la segunda parte la rodilla ya no podía ni doblarla, después me enteré de que me había roto el menisco. Pero bueno, mis compañeros me ayudaron todo lo que pudieron para que no encajara muchos goles".
De aquellos gloriosos años sólo quedaban en el equipo él y Nano Vázquez. El capitán se quedará sólo al frente. "Llevamos juntos desde el año 1999. A principios de temporada me preguntó qué iba a hacer yo. A él lo vi con ganas de seguir un añito más, aún con ganas de competir y seguir jugando", dice.
Tantos años dan para mucho. Tanto como para haberse pasado más de media vida entre balones y redes de portería. "El balonmano me lo ha dado todo", explica Abel. "Casi todos mis amigos los conocí a través de él, tanto de aquí como del resto de España y de Europa. He conocido también a mi novia. Y también he viajado mucho", añade.
Lo mismo le ocurre con el OAR, el club donde ha jugado y entrenado durante 18 años. "Tengo una segunda familia aquí. Sólo estuve fuera medio año, cuando el equipo estaba en División de Honor B y había excedente de porteros en la plantilla. Decidí marcharme a otro equipo, en Galicia, pero no funcionó. Me di cuenta de que como en casa en ningún sitio. Es igual que ahora, que he tenido llamadas de otros clubes para entrenar, pero ninguna oferta económica compensa el marcharte de aquí", confiesa.
Ahora le llega el momento de decir adiós, por lo menos a la parte más activa. Lo hace por la edad, aunque con 30 años todavía es joven, pero también porque "hay que dejar paso a la gente nueva" y porque su trabajo con las categorías inferiores también le llena lo suficiente. ¿Jugador o entrenador? "Llevo dos años compaginando las dos facetas y cada cosa tiene su aquel. La parte de entrenador es enseñar y motivar a los chavales. Y la de jugador, creo que echaré mucho de menos la competición. A estas alturas, lo de ir a entrenar ya me iba costando cada vez más".
Como coordinador de cantera. Abel asegura que el futuro del OAR está asegurado. "Tenemos cuatro chicos en selecciones nacionales, gente que incluso tiene ofertas de clubes de fuera muy importantes. Uno de ellos ya se ha marchado este verano, al Octavio. Otro tenía una oferta del Granollers, pero ha decidido quedarse. Estos chicos tienen mucho futuro", asegura.
Igual pasa con la portería. Quedará un poco huérfana con su marcha, pero a juicio de Valcárcel, queda bien cubierta. "Hay un chico que estuvo en el Portland y otro que viene del Camariñas , y después dos de casa que son los que tienen que ser los porteros del mañana", analiza. El primero en destacar ya ha sido Ignacio Santos, que en el Trofeo Cidade da Coruña del viernes, ante el Octavio, realizó una gran actuación. "Es un chaval juvenil y un tío muy trabajador. Le falta un poco de altura, pero lo compensa todo con trabajo", lo califica.
Ese partido contra el equipo de Vigo fue, precisamente, el primero en el que Abel vio, oficialmente, los toros desde la barrera. Bromea sobre ello: "Estaba en el banquillo, porque también soy el entrenador de porteros del primer equipo, y veía que de vez en cuando Pablo (Aguirre) me miraba y pensé: 'Éste aún va a querer que salga'. Después me confesó que le costaba, que no estaba acostumbrado a no verme vestido de corto".
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