sevilla 2 deportivo 1
El Dépor cree y resucita

Lopo y Maresca pugnan por hacerse con el control de un balón. / marcelo del pozo
Eugenio Cobas Enviado Especial A Sevilla
El 2-1 deja la eliminatoria totalmente abierta para Riazor, donde bastará con vencer 1-0 para seguir vivos en el torneo. Eso será el próximo miércoles. Antes, el sábado, ambos conjuntos volverán a verse las caras en A Coruña, aunque en la Liga.
Por lo menos, y pese a salir plagado de suplentes, el Dépor fue fiel a su estilo y no traicionó sus principios. Da igual que juegue la Liga, la UEFA o la Copa. Da igual que Lotina haga un solo cambio con respecto a la última alineación, o nueve, como ayer. Da igual que enfrente esté el Sevilla de Navas, Kanouté, Luis Fabiano y compañía. Da igual. Cuando un equipo está lanzado y con confianza, sólo mira hacia sí mismo y no teme a nada ni a nadie. Eso hizo ayer el Deportivo durante la primera media hora. Salió con personalidad, como en los últimos partidos, dispuesto a tutear a un Sevilla nervioso por su eliminación en la UEFA y su irregular marcha en la Liga.
El Sánchez Pizjuán no es como Riazor. No perdona ni una. Lo sabe bien Manolo Jiménez. En Nervión cortan cabezas como quien corta jamón. La paciencia de Del Nido no es inagotable, como lo fue la de Lendoiro hace justo un año, cuando el Dépor agonizaba en los puestos de descenso y decidió apechugar y mantener a Lotina en el cargo. El tiempo le ha dado la razón. Doce meses después de aquella agonía su equipo navega viento en popa en las tres competiciones y hasta se atreve a flirtear con los pata negra de la Liga. Así de grande es el fútbol, caprichoso en ocasiones, pero a la larga justo con quien tiene fe en sí mismo.
Talento, además de fe, le puso ayer el Dépor en la primera media hora. Valerón hizo de Verdú para liderar el ataque y distraer al Sevilla, que es menos Sevilla cuando no tiene la pelota. Verdú, una de las sensaciones de la temporada, se quedó en A Coruña. Tampoco viajaron Zé Castro, Sergio, Guardado o Filipe, igualmente importantes, aunque no imprescindibles. Nadie es intocable en este equipo, aunque sí hay diferencias entre titulares y suplentes. Más grandes o más pequeñas, pero diferencias al fin y al cabo. No es lo mismo, por ejemplo, salir con Guardado en la izquierda que hacerlo con Cristian. Tampoco es igual Filipe que Laure, ayer sonrojado por Navas en el carril izquierdo.
Aun así el equipo coruñés dio mucha guerra al Sevilla en la primera media hora. Durante ese tiempo se gustó bastante, moviendo el balón casi siempre con criterio y llegando al área rival poco, pero con peligro. De hecho, la ocasión más clara hasta el 1-0 fue visitante. Colotto, a la salida de una falta sacada por Cristian, se sacó de la manga una volea más propia de un delantero que de un central. Directa hacia la escuadra y con potencia. Palop, otra vez salvador en el Sánchez Pizjuán, evitó el tanto con una gran palomita. La acción metió el miedo en el cuerpo a Manolo Jiménez, que gesticulaba nervioso desde el banquillo local. No le gustaba lo que estaba viendo. Tampoco a la grada, que empezó a dedicarle a su equipo algunos silbidos, tímidos pero inquietantes. La hinchada castigó a su equipo con una pobre entrada. El frío, y la obligación de los socios de tener que pasar por taquilla, dejó a muchos aficionados en casa.
Tampoco se estaban perdiendo gran cosa. El balance ofensivo del Sevilla hasta el 1-0 fue más bien pobre: un remate cruzado de Capel, más un par de acercamientos de Luis Fabiano y Kanouté. El Dépor, sin deslumbrar, tenía el partido controlado. Todo transcurría según el guión previsto por Lotina y el reloj corría cada vez más rápido para el conjunto hispalense. Olía a drama en Nervión, pero entonces apareció Luis Fabiano para serenar los ánimos del público a la media hora. Su gol de falta, con la colaboración de Fabricio y de la barrera, cambió por completo la decoración del encuentro. El Sevilla veía al Dépor tocado y se fue arriba en busca del segundo, que llegó en el 39 cuando Kanouté aprovechó un error defensivo en cadena para rematar sin oposición en boca de gol. Así agonizó el primer acto, aunque antes Pablo Álvarez tuvo en sus botas el 2-1. Hubiera sido otra historia si llega a entrar su disparo, pero le salió demasiado alto. La pegada, tan importante en el fútbol, marcaba las diferencias.
Convencidos de mejorar
El equipo de Lotina se fue al descanso con un 2-0 en contra, pero con la convicción de haber hecho méritos para que el resultado no fuera tan contundente. El técnico reaccionó tras la reanudación cambiando de banda a Laure, desquiciado por Navas en el lateral izquierdo. El ex fabrilista ya tenía una tarjeta amarilla y no era cuestión de seguir con el experimento aun a riesgo de quedarse con un jugador menos sobre el campo.
Luego cargó su ataque dando entrada a Bravo, que culminó en la recta final una buena combinación entre Valerón, Riki y el canadiense De Guzman. El Sevilla mereció mucho más en la segunda mitad, y hasta Adriano envió al larguero un gran disparo poco antes de que se llegara a la conclusión. El Dépor supo sufrir y tuvo la fortuna suficiente para conservar un resultado que le mantiene vivo en la Copa, y eso ya es bastante.
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