Robben cristaliza

Arjen Robben ha resuelto su misterio con las continuas lesiones para erigirse en la estrella del Madrid. Dieciséis meses después de que el club blanco pagara al Chelsea 36 millones de euros por su traspaso, el holandés empieza a dar sus primeros pasos en firme en la Liga española. "No corre bien, tiene un problema mecánico", diagnosticaron en febrero de 2008 los empleados del centro de alto rendimiento del Madrid. Casi un año después y siete lesiones, al margen de la que ya traía en las maletas cuando fichó por el Madrid, el extremo holandés ha conseguido la continuidad necesaria para erigirse en el referente del conjunto merengue. En los últimos partidos han aflorado todas sus virtudes: velocidad (es el jugador más rápido del Madrid junto a Drenthe), regate, explosividad, disparo y, sobre todo, el gol le han catapultado al panorama futbolístico mundial, ganándose ya incluso las comparaciones, salvando aún las distancias, con el argentino Leo Messi, como uno de los mejores del mundo.

Mañana ante el Deportivo puede cumplir su quinto partido consecutivo como titular, todo un milagro para un futbolista que el año antes de fichar por el Madrid disputó sólo 16 partidos entre todas las competiciones con el Chelsea y que la temporada pasada participó en 21 partidos de Liga, doce como titular y sólo ocho completos, más cinco de Liga de Campeones. La gota que colmó el vaso de la "mala suerte", manera singular con la que él se explicaba sus lesiones, fue el 5 de noviembre de 2008. El tulipán, al que en sus inicios llamaban el joven Cruyff, se lesionó durante el calentamiento previo al partido contra el Juventus en la Liga de Campeones y lo que sólo parecía un pinchazo se transformó en dos días en una rotura del sóleo que le mantuvo de baja un mes y medio. "Mi lesión ha sido un misterio", dijo.

Por entonces ya se había ganado a pulso el apodo de jugador de cristal por sus continuas lesiones, ésas que le impidieron en temporada y media jugar más de cuatro partidos seguidos en el once titular del Madrid. Pero esa etapa la ha superado con la ayuda del ex internacional holandés con raíces orientales Tschen La Ling, que tras colgar las botas montó una clínica de recuperación de jugadores. Por sus manos pasaron futbolistas como Rijkaard, los hermanos De Boer, Cocu o el actual director deportivo del club madridista, Mijatovic.

Robben se puso en sus manos para solventar lo que no fueron capaces de solucionar en los catorce meses anteriores los galenos del Madrid. "La mayoría de los servicios médicos tardan en curar a la gente seis semanas cuando yo los puedo tener en sólo uno y luego con ellos recaen, pero conmigo no", espetó el hombre que obró el milagro recuperador de Robben, que aseguró que el holandés ya no volvería a ser un jugador de cristal. Atrás quedan un sinfín de lesiones musculares, una fragilidad exagerada en la rodilla y una lucha sin tregua por superar sus propios miedos y la presión psicológica a la que se vio sometido el cuarto fichaje más caro en la historia del club blanco por detrás de Zidane, Figo y Ronaldo. Aún le queda para llegar a su altura, pero le sobra tiempo, porque aunque su pronunciada alopecia y su dilatada trayectoria (Groningen, PSV Eindhoven, Chelsea y Real Madrid) deportiva hagan pensar lo contrario, Robben cumplió ayer 25 años y por fin los celebra en plenitud de condiciones y en racha. Lleva tres tantos en los últimos tres partidos y mañana frente al Deportivo, si Filipe Luis no lo impide en su segunda misión imposible en una semana tras intentarlo en el Camp Nou con Messi, el extremo holandés puede convertirse en el mayor peligro blanquiazul en el Bernabéu. El estadio madridista ha asistido en las últimas semanas al show de un jugador que por fin ha cristalizado en la Liga española.