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Reserva del 92

Javier Manjarín muestra la medalla de oro de 1992 en las proximidades de la Torre. / fran martínez
Mario D. Braña | A Coruña
Aunque no pudo jugar ni un minuto, se sintió, y le hicieron sentirse, como uno más de aquella selección plagada de jóvenes que darían mucho que hablar. Por eso, aunque el fútbol y el olimpismo no casen muy bien, a Manjarín le gusta hablar de aquella experiencia y, como en el podio del Camp Nou, cerrar los ojos para recordar.
En 1992, ni los futbolistas de elite se libraban del servicio militar, aunque tuvieran ciertos privilegios. Manjarín ya era una pieza importante del Sporting de Gijón que había jugado por última vez la Copa de la UEFA y entraba en los planes de Vicente Miera y Miguel Sánchez, los técnicos de la selección olímpica. Durante aquella temporada, el delantero tenía permiso para salir todas las tardes del cuartel Cabo Noval de Noreña y entrenarse en Mareo. Pero, al igual que Amavisca, sólo se pudo incorporar a los tres últimos días de la concentración preolímpica, en Cervera del Pisuerga.

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"El día que llegamos", recuerda Manjarín, "jugamos un partido amistoso, y al siguiente otro. Y después viajamos a Valencia, donde nos tocó la primera fase de los Juegos". Allí fue donde a Manjarín se le vino el mundo encima al notar un pinchazo en el entrenamiento previo al primer partido: "Fue una rotura pequeña en el abductor, pero tenía para un mes de baja. Tanto el médico, el fallecido Genaro Borrás, como los fisios me dijeron que me quedara, que iban a hacer todo lo posible por recuperarme. Miera y Sánchez también me animaron y acepté porque me parecía una experiencia diferente para un futbolista", recuerda.
Manjarín decidió que merecía la pena retrasar las vacaciones para vivir la ceremonia inaugural. Y eso que a los jugadores les costó convencer a los responsables: "Como habíamos empezado a jugar antes, Miera quería que descansáramos. Pero sabíamos que era una oportunidad única y, además, en nuestro país. Al final nos pusieron un chárter y esa noche dormimos en la villa olímpica". Sobre la ceremonia dice que el mejor recuerdo es "la entrada al Estadio Olímpico, con toda la gente de pie. Dimos un poco la nota porque desfilamos sin ningún tipo de rigor, cada uno hizo lo que le venía en gana. Formaba parte de la euforia del momento".

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En su imaginario también quedó la entrada de la antorcha olímpica en Montjuich y el último relevo, del baloncestista Epi, antes de que Antonio Rebollo encendiese el pebetero con el arco y la flecha. Después de una noche de emociones fuertes, las jornadas olímpicas de Manjarín estuvieron marcadas por largas sesiones de rehabilitación y una agradable convivencia con sus compañeros de selección: "Estaban Luis Enrique y Abelardo, y del resto conocía a la mayoría porque habíamos coincidido en las selecciones inferiores, desde la sub 16".
La recuperación fue tan bien que Miera ya contó con Manjarín para el partido de semifinales. Y en la histórica final, con el Camp Nou abarrotado, Manjarín llegó a calentar durante algunos minutos. "Siempre tienes la ilusión de jugar, pero comprendo que el entrenador no contase conmigo porque el resultado siempre estuvo muy apretado y yo era consciente de que no estaba al cien por ciento. Lo importante era conseguir el oro".
Después de una prórroga, con el Rey don Juan Carlos en el palco, considerado el talismán de aquellos Juegos para los deportistas españoles, Manjarín pudo subirse a lo más alto del podio con sus compañeros y cerrar los ojos mientras sonaba el himno español: "No te das cuenta de lo que supone aquello hasta que pasa un tiempo. Años después, siempre que veía los Juegos por televisión, reflexionaba sobre lo que cuesta conseguir una medalla olímpica. Desde aquella noche veo el olimpismo de otra manera".
Por eso, Manjarín recalca que "lo realmente importante es vivir la experiencia. Pasa el tiempo y no me acuerdo de la medalla. Sirve para demostrar que la tienes, cuando alguien se sorprende. Y me he enterado de que soy el único habitante de A Coruña que tiene una medalla de oro olímpica". Vinculado al fútbol por su presencia en el equipo de fútbol 7 de veteranos del Deportivo, Manjarín se fija en otras cosas en cada edición de los Juegos: "Sobre todo el atletismo. Y reparo en detalles que, antes de Barcelona, se me escapaban", concluye.
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