Qué hemos aprendido en este Campeonato de Liga que está a punto de terminar? Que en fútbol la fe mueve montañas, sí, pero montañas pequeñitas. El Madrid luchó con poco fútbol y mucha fe hasta que se estrelló con las montañas del Liverpool y del Barça. Resultado: el Madrid será subcampeón de Liga, que es como quedar último en ese duelo Barça-Madrid al que se está reduciendo nuestro fútbol. ¿Qué más hemos aprendido? Que no hay recetas para nada. La inexperiencia de Guardiola iba a conducir al Barça al abismo. Y no. Esta temporada iba a ser por fin la temporada del Atlético de Madrid. Y no. El Málaga era carne de Segunda División. Y no. El Recre iba a ser el equipo revelación. Y no. El Espanyol, a pesar de Pochettino, descendería seguro. Ya veremos. El Numancia necesitaba un cambio de entrenador. Parece que no. El Betis dejaría de ser el segundo equipo de Sevilla. Pues no. No hay recetas. O, mejor dicho, hay miles de recetas. Para demostrarlo, vamos a contradecirnos de aquí al final del artículo.

El fútbol español está demasiado encorsetado. Hace falta más libertad, aire fresco, permitir que los futbolistas se suelten. Es necesario un Philippe Pinel del fútbol. Pinel fue, en los primeros años tras la Revolución francesa, el primero que propuso quitar las cadenas a los enfermos mentales porque opinaba que necesitaban aire fresco y libertad. A pesar de que sus ideas fueron muy criticadas, Pinel convirtió el manicomio de París en un hospital mental, y los enfermos lo agradecieron. ¿No habrá un Pinel que libere a los futbolistas de la pizarra? Las cadenas convierten a los equipos de fútbol en manicomios, cuando de lo que se trata es de convertir el fútbol en un hospital mental para los espectadores. Los entrenadores deberían limitarse a hacer lo que Spencer Tracy recomendaba a los actores: llegar puntuales, saberse su papel y no tropezar con nada. Las tácticas son cadenas. Claro que... libertad, ¿para qué?

Si damos libertad al campo se llenará de hierbajos. ¿Quién quiere ver fútbol libre, nudista, jipi y lleno de hierbajos? El orden, como la regla del fuero de juego, tiene mala fama, pero es imprescindible para el espectáculo. Decía William James que debemos hacer automáticas y habituales, tan pronto como sea posible, tantas acciones útiles como podamos. Y eso es un buen equipo de fútbol, un conjunto de jugadores que han hecho automáticas y habituales un buen puñado de acciones. ¿Los movimientos de Messi son jipis? Ni hablar. ¿El Málaga está luchando por jugar el año que viene en Europa a golpe de buen rollo? Ni hablar. ¿Es el Valencia que destrozó al Madrid un equipo anarquista? Ni hablar. Un equipo de fútbol debe parecerse a un manicomio prerrevolucionario y, sobre todo, debe evitar los hierbajos. Ferguson, el entrenador del Manchester, sabe que si a Cristiano Ronaldo se le quitan las cadenas dejaría de ser una flor en el culo del entrenador para convertirse en un hierbajo que contagiaría a Rooney. Por eso hay que copiar todo lo que se pueda a los buenos. Si el Madrid puede fichar a Guardiola, mejor que mejor. Si no, que fiche a un admirador de Guardiola.

Cuentan que el filósofo Cleantes escribía en conchas y paletillas de vaca lo que escuchaba a Zenón, a falta de monedas para comprarse papiro. Si no hay dinero para comprar a Guardiola, a Messi o a Iniesta, habrá que formar un equipo con conchas y paletillas de vaca. La imitación de un modelo que funciona tiene más probabilidades de éxito que intentar descubrir América o inventar la tortilla de patata. Copiaos los unos a los otros como Guardiola copió a Cruyff. Claro que... ¿Por qué Cleantes tiene que escuchar a Zenón? ¿Quién demonios es Zenón? ¿Quién es Guardiola? La transmisión del conocimiento futbolístico no se produce por contacto. Luciano de Samosata nos cuenta la anécdota de un indocto con pretensiones literarias que se apresuró a comprar las tablillas de cera de Esquilo con la esperanza de que se le pegara algo del talento del gran trágico. Las tablillas no le sirvieron de nada, por supuesto. Las tablillas de Guardiola tampoco sirven de nada porque lo importante no son las tablillas donde el entrenador dibuja sus tácticas, sino los nombres que hay encima de los dorsales. Si Esquilo entrenara al Numancia, también estaría luchando por no descender. Un imitador de Guardiola en el Madrid de Gago, Marcelo y Huntelaar sería como tener a Ned Flanders como compañero de mus.

¿Qué hemos aprendido en este artículo? Que, como decía Baudelaire, en la declaración de los derechos del hombre se olvidaron de incluir el derecho a contradecirse. Pero para eso está el fútbol. Para contradecirse, que es una de las maneras de no petrificarse. Claro que...