El Dépor dio la cara en el Bernabéu. De galácticos, nada de nada. Kaká, si acaso, sobresalió por encima del resto, en la primera parte, pero lo demás fue de lo más normal. Alguna bicicleta estéril de Ronaldo, y Raúl, el de siempre. Sin más. El partido se había anunciado como el nacimiento de una nueva era, como si fuera a cambiar el mundo tras el debut del Madrid de Florentino. Pero ni una cosa ni la otra. Sólo fue un partido de fútbol de lo más habitual. El Madrid llevó la iniciativa, normal si juega en casa, pero el Dépor no le perdió la cara al encuentro en ningún momento. Es más, incluso le puso el miedo en el cuerpo a los de Pellegrini tras el empate de Riki y luego el de Valerón. Y temblaron cuando el canario envió fuera un remate a dos metros de la portería que podría enviar a otra galaxia a todos los galácticos juntos. Si no fuera por la descoordinación defensiva que adoleció el Dépor de Lotina en los fueras de juego, hasta se podría estar hablando de otra cosa. Si no fuera porque a Juca aún le queda para amoldarse al ritmo de la Liga española. Si no fuera porque a Pablo Álvarez le sigue faltando algo para merecer los minutos que tanto reclama, si no fuera porque Riki es cualquie cosa menos un punta nato, si no fuera por esos muchos detalles, el Madrid tendría dos semanas por delante para empezar a reflexionar sobre si el dinero lo hace todo en el fútbol. Ganó por detalles. Los de Raúl en los dos primeros goles, el de Kaká en el pase del primero y el de Lass en el chupinazo del tercero. De lo más normal. Nada extraterreste. Un partido como otro cualquiera. No hubo fenómenos extraños, ni de otra galaxia. Que sigan esperando en Madrid, pero que no se olviden que el cometa Halley suele pasar sólo una vez en la vida.