Anatoly Karpov y Gary Kasparov, dos leyendas mundiales del ajedrez competirán hoy y mañana en Valencia con dos partidas semirrápidas cada día de veinticinco minutos más cinco segundos por jugada y el jueves con ocho partidas rápidas de cinco minutos, con dos segundos por jugada. Este enfrentamiento se produce en el marco del simposio mundial de ajedrez Valencia, cuna del ajedrez moderno, que tiene lugar para debatir sobre el nacimiento del ajedrez en esta ciudad a finales del siglo XV. Las sesiones contarán con ponentes llegados de diversos países y debatirá cuestiones alusivas al nacimiento del juego, al entorno social y cultural del ajedrez "de la dama" y a visiones culturales y artísticas de este deporte. Los dos ajedrecistas estrella cambiaron la tensión de anteriores confrontaciones por la cordialidad, el respeto mutuo y la alabanzas al adversario.

–Aunque, seguramente, ésta sea la ocasión más trascendente y mediática, usted ha venido a España muchas veces.

–De hecho, lo primero que pisé fue Castellón y después Valencia. Estamos hablando de finales de los setenta y primeros de los ochenta. Venía a disputar simultáneas y también estuvo dos temporadas jugando para el Club Ajedrez Valencia, con el que fui campeón de España por equipos. He estado en Oropesa, Alicante, Benidorm...

–¿Qué destacaría como lo más importante del torneo que empieza hoy?

–Sobre todo, la oportunidad única que es. Porque, ¿en cuantos deportes se disputa un campeonato del mundo entre los dos mejores y, 25 años después, pueden volver a hacerlo y manteniendo prácticamente sus facultades intactas? Esto no sólo es un recuerdo, es una realidad, que prácticamente sólo se puede dar en el ajedrez.

–Da la sensación que este encuentro es una oportunidad única para rescatar para las portadas un deporte que parece haberse diluido desde que no están usted y Kasparov enfrentándose.

–Nuestros campeonatos del mundo fueron la edad de oro del ajedrez. Se consiguió una publicidad excepcional, portadas en prensa, espacios en televisión... pero se desaprovechó. Yo recuerdo aquella época y, vale que no se hablara del ajedrez como el del fútbol, pero teníamos una presencia excepcional. A partir de ahí, sin embargo, se han perdido veinte años con todos los conflictos de federaciones. Ojalá este torneo sea el primer paso para devolver al ajedrez ese protagonismo que tuvo y que merece.

–Usted es Karpov; su contrincante es Kasparov... aquí no pueden venir ustedes a pasearse y a correr el riesgo de que uno le pegue una paliza al otro.

–Claro que no. Esto es una competición que la gente espera por quienes somos. Y quieren ver grandes partidas y emoción. Aquí no viene ninguno de vacaciones. No podemos defraudar.

–Sus enfrentamientos son, efectivamente, míticos, pero da la sensación de que la historia es merecidamente generosa con Kasparov. Pero, a la hora de la verdad, la diferencia de partidas ganadas por uno y otro en el cómputo global es mínimo.

–Es sólo una parte de la historia. La otra es que fueron unas partidas emocionantes, únicas. Que entre los dos hemos disputado 144 partidas por el Mundial y que esa es una cifra inalcanzable por todos los demás duelos juntos.

–Eso de que estén en hoteles diferentes, que sólo quieren juntarse en el momento de la partida... ¿es normal o forma parte del show?

–Es tradición. Nunca coincidimos incluso en ciudades pequeñas. Los jugadores y los equipos prefieren estar tranquilos.

–En los deportes que son uno contra uno, y más si son de contacto, directo o a través de piezas, da la sensación de que la enemistad sea un buen plus.

–Je, je. Quizá sea así para los periodistas.

–Se ha escrito mucho de que el Karpov campeón del mundo representaba... pues eso: lo soviético más rancio.

–Nunca me ha preocupado. Yo representé siempre a mi país y a mi gente y traté de hacerlo lo mejor posible.

–Por contra, usted destaca siempre por su afabilidad.

–Nací en la Rusia más profunda. En la última ciudad europea, junto a los Urales. Allí hay una carretera en la que puedes poner un pie en Europa y otro en Asia. La gente de allí somos de mente abierta. El clima es muy duro. Durísimo en invierno. Y allí, si no aprendes a apoyar a tus semejantes y que ellos de apoyen, es muy difícil sobrevivir. Quizá por eso he aprendido a saber relacionarme.

–Permítame la impertinencia. El peor pronóstico para usted en las apuestas se paga 250 a uno a su favor. ¿Qué le parece?

–¡Que me alegraré mucho por los que van a apostar por mí! ¡Se van a llevar mucho dinero!

–¿Cuál ha sido la mayor cantidad de tiempo que ha estado sin tocar un tablero?

–En alguna época de reposo... dos semanas, como mucho.

–¿Se siente feliz Karpov con lo que ha hecho en el ajedrez?

–¡Sí! Sé que soy una persona muy importante en la historia de este deporte. Soy de los más famosos y soy feliz. Hace casi 40 años fui campeón del mundo y sigo ahí.

–¿Puede dar un ejemplo?

–Con el cambio de siglo, los periodistas deportivos de África me eligieron el mejor deportista del siglo XX. Y no en Rusia o en Europa, no. En África. ¿Cómo no puede uno sentirse feliz así?