No se cumplieron las expectativas de duelo entre los favoritos, detalle que debe ser analizado para revitalizar un deporte que no termina de separarse de la pegajosa etiqueta del dopaje.

En ausencia de Alberto Contador, en la actualidad referente del ciclismo mundial, Alejandro Valverde se presentó como favorito en Assen (Holanda), donde el éxito de público alegró los ánimos del pelotón y de la propia organización. Un experimento del agrado de los corredores, que vivieron "un ambiente Tour".

El murciano confirmó el pronostico con una victoria basada en la regularidad, más que en la clara superioridad. Un triunfo incontestable pero carente de brillantez, sin triunfos de etapa, sin exhibiciones en pugna con el resto de favoritos. Una igualdad que no regaló batallas en las cinco etapas con finales en alto. El aficionado se quedó sin ver refriegas dignas de eliminar las ganas de echarse la siesta.

Las principales emociones pasaron por algunas caídas espectaculares, o algún pinchazo, como el de Evans camino de Monachil, pero el atractivo recorrido que preparó la organización no arrojó escenas inolvidables. Más bien etapas de control, con ritmo adecuado a las fuerzas de los corredores, demasiado previsibles. Sin la guinda final de las exhibiciones de los gallos.

Valverde se llevó el último maillot oro de la Vuelta -el año que viene el líder vestirá de rojo- sin necesidad de atacar, sin marcar las diferencias por poderío. Samuel Sánchez y Evans subieron al podio en la misma línea de actuación. ¿Nos encontramos ante la forma de correr en el ciclismo moderno?

En el pasado Tour las escenas referidas fueron frecuentes, pero con una salvedad: la presencia de un corredor que a día de hoy es muy superior al resto: Alberto Contador. El madrileño ganó su segundo Tour con dos golpes certeros. Un ataque de 2 kilómetros en Arcalís y otro, definitivo, de 6 kilómetros en Verbier. Remató en la contrarreloj de Annecy. Y a guardar la ropa. En la carrera francesa, que tampoco fue un alarde de alegría, aún se pudieron ver algunos intentos de Andy Schleck. La polémica entre Armstrong y Contador alegró la grande boucle. Débil síntoma.

¿El futuro de las grandes Vueltas pasa por este tipo de espectáculos? Al Tour siempre irán los mejores. Entre Contador, Armstrong y Schleck se garantiza el interés de la carrera. Además Contador es español y eso tira de las audiencias. Pero, ¿y la Vuelta?.

El debate se reabre con los temas de siempre. Javier Guillén, director de la Vuelta, busca la innovación: la próxima Vuelta empezará en Sevilla con una contrarreloj nocturna y el maillot del líder será rojo, pero en septiembre la carrera no despega porque las figuras van al Tour y las que vienen se dedican a preparar el Mundial. El cambio al mes de abril se antoja complicado por problemas de calendario.

¿Reducir el número de días de competición y hacer etapas más cortas y menos duras? Es otra posibilidad. Guillén dice que "se podría probar", pero el elemento fundamental del ciclismo, la épica, necesita superhéroes que se fajen tres semanas por puertos inhumanos.