En un suspiro ha vuelto Filipe a recuperar las verdaderas sensaciones de un futbolista, las que se incrustan en el cuerpo y el espíritu sobre el campo y en competición oficial. En el último partido de la primera vuelta se le fracturó el tobillo y el peroné; en el último de la segunda en casa, el penúltimo de la Liga, regresó. En Riazor. Se le dio por perdido para la temporada, pero un impresionante ejercicio de esfuerzo y fe lo ha devuelto al equipo para jugar. Lotina le mandó calentar al comenzar la segunda parte para que la afición abriese boca. En el minuto 65 entró en el rectángulo en lugar de Raúl, que lo abrazó en la banda. "Supermán Filipe", lo anunció Naya por megafonía y adornado por la épica de una sintonía que convirtió su vuelta al campo en un retorno al cuadrilátero. La ovación cerrada y emocionada que recibió el brasileño premió su sacrificada y apresurada odisea por volver a jugar este año con el Dépor. Lo consiguió. Y con él en el terreno el equipo recuperó además, en pocos segundos, un efecto mágico que levantó el ánimo de la afición.

Porque entró Filipe y el Deportivo marcó un gol con el que ganó el choque. Participó en la jugada, impulsado por los aplausos de la grada, por eso cuando Riki comenzó el camino de la celebración, todo el Dépor apretó al lateral brasileño en un inmenso abrazo. El gol de Riki fue de Filipe. Sano por completo, impetuoso y a la vez tranquilo, el internacional de la canarinha trotó y cabalgó por la izquierda.

"Para mí esto es una victoria. Nunca en mi vida la gente me había apoyado tanto. Me reía solo en el campo, estaba muy contento y disfrutando. Dije que volvería sólo cuando estuviera como antes y lo he conseguido. No tuve miedo y me encontré bien, aunque me faltan cosas", comentó entusiasmado Filipe Luis tras el partido.