Ya no vale de nada lamentarse. Ni por las ocasiones desperdiciadas anoche, ni por el robo de Gijón, ni por los puntos que se quedaron por el camino, sobre todo fuera de casa. El Deportivo está en Segunda. Ésa es la dura realidad que hay que afrontar, lo que toca para el futuro inmediato. Le hubiera bastado con un empate para salvarse, pero el equipo fue un auténtico flan que se diluyó ante un Valencia superior. Demasiada responsabilidad y demasiados nervios. Fue, sin duda, una muerte por ansiedad.

Lo advirtió Lotina en la víspera: "Partidos así no se ganan en la pizarra, se ganan en el campo". Con valentía y corazón, pero también con cabeza y fútbol. Faltaron ambas cosas. Y eso que sacó a los mejores, los mismos de la remontada ante el Athletic, la versión más ofensiva de un equipo irregular durante toda la temporada pero que llegó a la fase decisiva del campeonato en su mejor momento. Gracias, sobre todo, a la frescura de Valerón, anoche intermitente por el buen marcaje que le hizo Albelda. No se jugaban nada los chés, pero tampoco estaban dispuestos a alfombrar el camino de su rival hacia la salvación.

Lo demostró Unai Emery presentando una alineación competitiva, sin Soldado, pero con Mata y Aduriz. No iban a regalar nada y en la primera ocasión que tuvieron se pusieron 0-1. Como el día del Athletic, en un abrir y cerrar de ojos Aduriz hizo de Toquero para enmudecer Riazor durante unos instantes. Fue un paréntesis muy corto, porque la hinchada no paró de animar a su equipo, confiando en una remontada difícil, pero posible.

Quedaba todo el partido por delante para darle la vuelta al marcador. Sin embargo, el tanto visitante pesó como una losa sobre el Dépor en el que se sucedieron las imprecisiones. Mucho nerviosismo y poco fútbol combinativo, el que puso Valerón para dejar solo a Riki ante César. El madrileño chutó alto, desperdiciando una ocasión inmejorable para establecer la igualada. Tuvo otras dos igual de claras, un cabezazo en plancha y otro mano a mano al filo del descanso, y tampoco acertó. Desde luego, no era su noche. El 1-1 hubiese sido un justo premio a la mayor insistencia del Dépor, que a falta de fútbol le puso coraje para poner cerco a la meta valencianista. Apretó con corazón en busca de un gol que le volviera a meter en el partido, empujado por una hinchada incombustible, que celebraba cada córner como si se tratara de un gol. Lo malo es que sin hacer gran cosa el Valencia tenía el partido de cara y perfectamente controlado. Mientras, el Dépor seguía deslabazado. Era un querer y no poder. Para colmo, los resultados en los otros campos tampoco acompañaban. Sólo la derrota del Mallorca, que invitaba a creer en la permanencia si los coruñeses eran capaces de empatar.

Hacía falta un gol, uno solo, para agarrarse a Primera. Había que cargar, cargar y cargar, peleando cada balón como si fuera el último. Lo hizo el Dépor como de costumbre últimamente, buscando la luz de Valerón en campo contrario. Un pase del Flaco a Adrián estuvo a punto de significar el 1-1, pero el asturiano remató lideramente desviado. Riki, de cabeza, volvió a acariciar el empate. Poco a poco el Valencia comenzaba a aflojar. No quiso hacer más daño y tampoco pudo, porque el Dépor se fue sacudiendo el dominio y a base de empuje puso cerco a la meta de César. Sin pizarra ni mucha claridad de ideas, pero con un corazón enorme. Lotina reaccionó sentando a Riki, que acabó desquiciado, y dando entrada a Xisco. Con el mallorquín arriba tampoco mejoró mucho la cosa y era el Valencia el que en acciones aisladas daba más sensación de peligro. Aranzubia tuvo que aparecer, como tantas otras veces, para hacer de salvador y mantener al Deportivo en el partido hasta en el final.

El Mallorca seguía perdiendo y un gol blanquiazul bastaba para lograr la salvación. Lo tuvo Lassad, con un remate en boca de gol que atajó César. El final era de infarto, con el Valencia estirándose a la contra para dar verdadera sensación de peligro. El partido ya agonizaba, y con él las esperanzas de seguir en Primera, cuando Soldado perdonó la sentencia. Remató solo ante Aranzubia, pero demasiado cruzado. Su error le dio vida al Dépor, que culminó uno de sus últimos arreones con un gran cabezazo de Xisco. De nuevo César, tan inspirado como Aranzubia, evitó el empate. No fue la última clara. Tuvo otra Lopo, también con la cabeza, y luego Colotto, con un zapatazo demasiado alto. Ninguna entró. En cambio, sí acabó en gol una contra del Valencia culminada por Soldado justo antes del pitido final. Su tanto fue la anécdota de un encuentro dramático tras el cual el Deportivo regresa a Segunda. Lloró Riazor. Lloraron todos por las consecuencias de un desenlace fatal que obliga a volver a empezar de cero.