El OAR encara desde esta tarde dos de los días más importantes de sus 60 años de historia. El trabajo y la suerte han permitido que al club coruñés se le otorgase la organización de la Copa Galicia, justo en el verano de su sexagésimo aniversario, y el pabellón de San Francisco Javier (en la plaza de la Cubela) se convertirá durante hoy y mañana en el escenario de una merecida fiesta de cumpleaños.

A ella acuden como invitados tres históricos del balonmano gallego, todos ellos dueños de un pasado glorioso. Pese a que ahora cada uno atraviesa por épocas diferentes, Chapela, Octavio y Cangas son clubes con solera, reconocidos en el panorama nacional del balonmano.

El que, en teoría, cuenta con un mayor nivel en la actualidad, el Academia Octavio de Vigo, será el primer escollo del OAR coruñés (hoy a las 17.00 horas) en su camino hacia la Copa Galicia. Equipo de Asobal, dos categorías por encima de los locales, los olívicos serán un dificilísimo adversario para el club que dirige Pablo Aguirregabiria.

Pese a la entidad del rival, los coruñeses confían en su velocidad de piernas y en su movilidad para superar a un conjunto que por kilos y envergadura lleva las de ganar. En su juego "rápido, dinámico, divertido y de mucha defensa", como reconoce Pablo Aguirre, tendrá que basar el OAR sus aspiraciones por dejar el trofeo en casa, algo que supondría el regalo perfecto a una pequeña pero fiel afición que lo acompañó durante sus seis décadas de existencia.

Un club familiar

Y es que si hay un equipo dependiente de su entorno más cercano, ese es el OAR. Un club que "vive gracias al apoyo de esas pocas personas muy fieles que lo rodean", comenta Pablo Aguirre.

Solo a principios de década el club coruñés perdió ese carácter local y familiar que siempre lo caracterizó. Fueron años en los que, tras el éxito del ascenso a División de Honor B, la plantilla oarista se llenó de jugadores con gran cartel en toda Europa: Magnus Andersson, Richard Hladky o Bruno Costa fueron algunos de estos. Completos profesionales que venían a sustituir al perfil de jugador totalmente antagónico que hasta ese momento se estilaba en el OAR, jugadores que entrenaban a las categorías inferiores, hacían de chóferes cuando era necesario, buscaban patrocinadores y, además, atendían un trabajo fuera del deporte que les permitía sobrevivir.

Un club que vuelve a sus orígenes sesenta años después de que un grupo de pioneros decidiese unir todo el balonmano coruñés presente en los colegios en un solo punto, un único equipo.

Ahora, tras los buenos tiempos y los no tan buenos, como el exilio en Culleredo en los años 90, el OAR intentará dar un bonito comienzo a otros tantos años de balonmano. La oportunidad es perfecta por los rivales de entidad, por que lo hará en su casa, el San Francisco Javier, y porque "esas pocas personas fieles" estarán esperando en las gradas el regalo de su equipo a sus sesenta años de matrimonio.