Dicen que Jordi Bargalló, delantero del Liceo, es en la actualidad el mejor jugador del mundo de hockey sobre patines. "No sé si el mejor, pero lo que está claro es que, hoy por hoy, es el más completo", suele contestar su entrenador, Carlos Gil, cuando le preguntan por ello. Las teorías siempre necesitan hechos que sustenten sus hipótesis. El gol contra Portugal, a seis segundos de la conclusión de la final del Europeo, una obra maestra que decidió para España el séptimo título continental consecutivo (4-5), lo demuestra y encumbra a Bargalló todavía más. Incluso en la noche del sábado llegó a ser trendic topic, uno de los temas más comentados del momento en la red social Twitter. Todo un logro para un deporte cuyo reconocimiento no corre a la par que su excelente y casi inmejorable hoja de méritos -lleva además de los siete Europeos seguidos, cinco Mundiales-.

El hockey sobre patines en particular y el mundo del deporte en general necesita muchos Jordis Bargallós. Es un líder, un gran jugador. Y nunca protestará públicamente porque está triste o porque no siente el cariño de su club. Ni porque no le reconozcan cuando pasea tranquilamente por la calle o porque en la recepción en el Ayuntamiento de A Coruña, cuando el Liceo quedó campeón de Europa, un niño se acercase por su espalda pensando que era Germán Lux, portero suplente del Deportivo, y se diera la vuelta al darse cuenta de que "solo era uno del Liceo". Porque para Bargalló, el éxito del colectivo siempre está por encima del lucimiento personal e individual. Ni siquiera ayer quiso ejercer de héroe. Él fue el encargado de empujar la bola dentro de los tres palos, pero todo el equipo se encargó de fabricar la jugada de la séptima, la cuarta en su palmarés con la selección (al que añade tres Mundiales). Todo un ejemplo.

Jordi Bargalló nació hace 32 años en Sant Sadurní d'Anoia, donde el cava, primero, y el hockey sobre patines, después, son las principales religiones del pueblo. Los niños no salen a la calle a jugar al fútbol. Lo hacen sobre ruedas y empuñando un stick -de hecho, tres de los diez integrantes de la selección que se proclamó campeona de Europa, Bargalló, Marc Gual y Pedro Gil, son de esta pequeña población de doce mil habitantes-. Además, en la familia Bargalló, el hockey sobre patines no es solo un deporte, es casi un tradición. Fue Francesc, el primo mayor, el primero que hizo sus pinitos. Y el primero que abandonó su región natal para cruzar España y fichar por el Liceo, un club empeñado en desafiar la hegemonía catalana desde la otra punta de la Península. Sus pasos los siguió años más tarde Jordi, como puede que también haga en su día Pau, el prometedor y menor de la saga -también está Oriol, el hermano mayor, que es portero-.

Tras dos etapas en el club herculino, con el que probablemente se retirará ya que tiene contrato por cuatro temporadas más, Jordi Bargalló ya es un coruñés más. Nadie es forastero. Así que su hija nació aquí y se mueve con toda naturalidad: va a la universidad, reside e incluso dio el pregón de las fiestas el año pasado. En el Liceo, además, ha encontrado una segunda familia. Muchos incluso apuntan a que su futuro está en el banquillo verdiblanco. Desde luego, es la prolongación en la pista de Carlos Gil. Él es el que pone en práctica las indicaciones que desde la calma y la sabiduría aporta el entrenador bonaerense. Como en la final de la Liga Europea contra el Barça. Gil quería calma. Y Bargalló dominó el tempo del partido a su antojo. Fue la clave para que el Liceo sumara su tercer título continental consecutivo y el séptimo en su palmarés como verdiblanco: tres Copas de Europa, una CERS, una Supercopa de Europa, un Copa Intercontinental y una Copa del Rey.

Sin tiempo para descansar, el héroe se pondrá ya en faena para una nueva temporada con el Liceo, con el que de nuevo volverá a aspirar a todo. Dos de sus compañeros, Toni Pérez y Josep Lamas, uno en el albor y el otro en el ocaso de sus carreras, también son campeones de Europa. Y dos más, como Xavi Malián y Eduard Lamas, podrían haber entrado en la convocatoria perfectamente. Con el refuerzo de Lucas Ordóñez, la recuperación de Matías Pascual y el recambio en la portería de Aitor Prada, tienen unos cimientos sólidos, impulsados por una cantera que empuja con fuerza -Adrián Candamio y César Carballeira, campeones de Europa sub 17-, para intentar aumentar su leyenda. Bargalló, acompañado por Josep Lamas, será el padre del vestuario. Un nuevo reto para un capitán que, al contrario que el cava que corre por sus venas, no tiene fecha de caducidad.