Todavía hay ejemplos que demuestran que el dinero no lo es todo. A veces, las ganas y la ilusión de pequeñas galias como el Vendrell pueden más que el poderoso caballero y una plantilla como la del Barcelona, confeccionada a base de talonario con los mejores jugadores del mundo. El conjunto dirigido por Guillem Cabestany se proclamó ayer campeón de la Copa del Rey por segundo año consecutivo en un ejercicio de humildad y valor. Su planteamiento táctico rozó la perfección: no se intimidó, aprovechó sus oportunidades casi al cien por cien, se apoyó en el recital de paradas de Puigbí, supo sufrir cuando peor lo pasaba y cada uno de los peones se vació hasta la última gota. Un equipo de la "e" a la "o".

Pese a defender el título, el Vendrell llegó desapercibido a Lleida, eclipsado por el momento de forma del Barcelona, por su teórica inferioridad, aunque solo fuera en números, con el Liceo y por sus propias circunstancias: solo mantenía a tres de los diez jugadores que se habían proclamado campeones un año antes en Oviedo -Lluís Ferrer, Ángel Rodríguez y Eloi Albesa-. Pero sí continuaba la pieza fundamental, el entrenador Guillem Cabestany. A las primeras de cambio ya dio la sorpresa al eliminar al conjunto verdiblanco en los penaltis tras una remontada. "No es suerte", avisó tras el duelo el técnico. Lo confirmó que repitió el guión en semifinales frente al Reus, con un reivindicado Miras, al que Cabestany otorgó la batuta tras su paso por Liceo y Barça, como protagonista.

Ayer también sabía que el favorito era el equipo que tenía enfrente. Pero no se arrugó. El ejemplo lo dio Miras. Con el empate a cero, los colegiados pitaron penalti. El portero Sergi Fernández le intentó desconcentrar. Se quitó las guardas y los guantes y se las colocó con parsimonia. Desde que ya estaba preparado, el jugador respondió con el mismo gesto. Y después fusiló como solo él sabe para el 1-0. Miras, además, ante la defensa doble del Barça, se quedó atrás, en su cancha, y no atacó hasta cuando no lo tuvo claro. El Barça, no obstante, achuchaba. "Una marcha más", pedía Muñoz a los suyos. Cuando mejor estaban los azulgranas, Albesa asistió a Cortijo, que se inventó un gol de remate de espaldas y entre las piernas. Todavía pudo sentenciar el Vendrell antes del descanso, pero Albesa falló una directa.

Los fallos también marcaron el inicio del segundo tiempo. No pudo Torra con una directa, ni Ferrer tras la azul a Matías Pascual. El que no perdonó fue Albesa. El 3-0 parecía definitivo, pero en minuto y medio el Barça demostró que no hay que darle ni una concesión. Primero anotó Panadero. Y segundos después, Reinaldo. Tampoco tardó en reaccionar el Vendrell, con un misil de Ángel Rodríguez tras el que Panadero vio azul. No pudieron aprovechar la superioridad los de Cabestany. Era un poco raro que fuera el que estaba con tres el que atacara y el que tenía cuatro, se defendiera. Así llegó el 4-3, de Torra de penalti. Igual de extraño que una jugada que podía haber sido el empate, cimentara la reacción tarraconense. Miras cometió penalti y recibió azul. Torra falló, también Pablo Álvarez una directa posterior. En inferioridad, por otra azul a Miras, Ángel Rodríguez calcó la jugada del cuarto para el quinto. Con el Barça KO, Creus firmó la sentencia.