Según un estudio de la Fundación Marcet, la mujer ha multiplicado su presencia en el escenario polideportivo y aunque son menos que los hombres -720.000 federadas en España- obtienen un mayor rendimiento. Calidad por encima de la cantidad. El milagro de la multiplicación de los panes y los peces, sin embargo, es prácticamente magia cuando no hay nada de donde sacar. En A Coruña, cuatro equipos femeninos demostraron que con muy poco se podía tocar el cielo y enseñaron el camino al resto. Fueron la Hípica de balonmano, el Medina de baloncesto, el Karbo de fútbol y el Sal Lence de fútbol sala. Diferentes generaciones pero un denominador común: el deporte y sus títulos.

El primero en proclamarse campeón de España fue el Medina de baloncesto. Lo hizo en el año 1961 en San Sebastián al imponerse en la final al CREFF madrileño, equipo con el que mantuvo una fuerte rivalidad durante toda la década. El título sirvió al conjunto herculino, dirigido por Manuel Fernández Trigo -exgerente del Deportivo y del Madrid-, para seguir haciendo historia al convertirse también en el primer equipo, de cualquier modalidad, en disputar competición europea. Fue en 1962, con un viaje que les obligó a cruzar el telón de acero hasta Yugoslavia. Después, ingresaron en la Liga Femenina, que conquistaron en 1966, y volvieron a Europa.

De aquella generación destacaban mujeres como Rosa Espejo, Marita Millán, ambas internacionales, Conchi Paz y Gelines Porto. Más tarde llegarían otras como Ana Sánchez. "Teníamos muy pocos medios, pero nunca tuvimos problemas de machismo", recuerda esta última, que se unió a la plantilla en la temporada 1968-69 y alcanzó un subcampeonato liguero. "Incluso era la época en la que el Bosco estaba también en Primera División y entrenábamos a veces con ellos. ¡Éramos nosotras las que les dábamos más cera porque ellos no se atrevían!", bromea.

En el mismo año en el que las chicas del Medina viajaban hacia Belgrado, otro equipo, el de la Hípica de balonmano, conquistaba con menos ruido el Campeonato de España de 1962 en Madrid tras eliminar a Barcelona en semifinales e imponerse a Valencia en la final. "No éramos profesionales, pero entrenábamos casi todos los días", recuerda Charry, que con 17 años era la benjamina del grupo.

Las condiciones, sin embargo, no eran las mejores. "Si los de ahora tuvieran que entrenar como nosotras... era balonmano al aire libre y las superficies acababan con todas las zapatillas", expone Vycky, otra de las campeonas. En aquella época, las mujeres no podían viajar sin el permiso de sus padres o sus maridos. Pero ellas no tuvieron problemas en conseguirlos. La presencia del entrenador, Tito de Mena, y de la vigilante de la Falange, que acudía con ellas a los desplazamientos, les tranquilizaba, aunque algún novio las iba a espiar incluso durante los entrenamientos. Tampoco era muy frecuente que las chicas practicasen deporte, pero no se sentían bichos raros. "Íbamos a lo nuestro y éramos ajenas a los comentarios. Hacíamos un deporte, se nos daba bien y nos gustaba".

El equipo no tardó en disolverse, cuando "la mayoría se casaron y empezaron a tener hijos", pero ya había quedado su legado. Adela Castro, Natacha Astray, María Carmen Iparraguire y Pili Artime fueron convocadas por la selección española, una roja de la que años más tarde también formaron parte otras de las pioneras del deporte femenino coruñés, las futbolistas Ana, Ángeles Olmo, Encarnación Pérez, Inma Castañón, Aurora Martínez y Lis Franco. Todas formaron parte del Karbo, campeón de España en 1981, y de la primera Liga Femenina española en 1982, título que repetiría en 1983 y 1984.

"Era un equipo que nació en un colegio y llegamos a tal nivel que tuvimos que fichar a gente de fuera", explica Jesús Mañana, su primer entrenador, que se queja del poco apoyo que tuvieron: "Si llegamos a algo fue gracias a la prensa. Los políticos aparecieron cuando ya habíamos ganado". En un deporte dominado hasta ese momento por los hombres, el Karbo se convirtió en una sensación. Más cuando en una auténtica guerra de sexos, le ganó al equipo de veteranos del Laracha. "Claro que hay diferencias, porque los hombres son más fuertes físicamente, pero en la técnica las chicas no les tenían nada que envidiar", comenta. Entre todas sus pupilas, "que eran todas muy buenas", destaca por encima a tres: Geli, Inma y Lis. A esta última, hija del deportivista Rafael Franco, le venía de familia. "Su padre me comentó que desde pequeñita le puso un balón en los pies y que le decía que intentara chutar y acertar en un cuadro de la pared".

El Karbo desapareció y muchas se pasaron al fútbol sala, disciplina en la que el Sal Lence abrió otro capítulo glorioso en el deporte coruñés con tres Ligas (92-93, 94-95 y95-96) y dos Copas de la Reina (91-92 y 93-94). "Nuestro secreto es que éramos como una familia, unas chicas de la misma generación entrenadas por Manuel Castillo, que nos enseñó muchísimo, y cuidadas por Víctor Sieiro", explica Beatriz Seijas. La jugadora, que con casi 40 años continúa en activo en el Ponte Ourense de máxima categoría, formó parte de la primera selección española junto a Ana Silva y María Bardanca. También fueron internacionales las gemelas Nuria y Celia Iglesias.

Con tanta experiencia, sabe de lo que habla cuando expone que todavía existe una diferencia abismal en el trato al deporte masculino y femenino. "Es vergonzoso, sobre todo en los tiempos en los que estamos", dice, y confiesa que ha tenido que escuchar de todo desde que empezó a jugar con diez años, desde el "a ver qué tal lo haces" con un poco de sorna al "tendríais que poneros un ropa más ajustada". "Entre todos tenemos que conseguir que esto mejore, aunque después de tantos años ya no tengo muchas esperanzas...", señala. No obstante, el deporte le ha traído muchas alegrías, sobre todo la de saberse una pionera: "Las veo ahora, por ejemplo a las que disputaron la final del Mundial -'sin televisión', critica-, y me dan envidia, pero también me siento orgullosa porque gracias al trabajo y al esfuerzo de las que estuvimos en el Sal Lence se ha llegado a esto".