En solo unos meses, Luis Enrique ha pasado de ser el entrenador más cuestionado del Barça desde los tiempos de Louis Van Gaal a convertirse en el faro de un proyecto en busca del triplete y más allá. Así es el fútbol. En solo unos meses, Carlo Ancelotti ha pasado de ser el hombre tranquilo que el Madrid necesitaba tras la huida al Chelsea del tóxico Mourinho a convertirse en un tipo melifluo que no supo gestionar una plantilla lujosa que venía de ganar la décima al fiero Atlético de Madrid de Simeone. El fútbol es así. Nadie sabe nada. Nadie entiende nada. Todos nos divertimos mucho.

Como nadie sabe nada ni entiende nada, vamos a divertirnos inventando una teoría. Sostengo que el fútbol actual es como un traje. Hala. El sociólogo alemán George Simmel dice que si los trajes nuevos resultan más elegantes, es porque aún son "rígidos", porque todavía no se han amoldado al cuerpo individual como terminan haciéndolo los trajes muy usados que, reflejando la particularidad corporal de su portador, delatan su individualidad. ¿Por qué Ancelotti nos parecía hace poco tiempo tan elegante? Porque el traje de entrenador del Madrid todavía no se había amoldado a su cuerpo. Pero, más allá de los resultados, resulta que el traje de Ancelotti nos parece ahora un poco desmadejado, arrugado frente a la Juve en Liga de Campeones, sin planchar ante el Valencia en la Liga, lleno de lamparones ante el Atlético de Madrid en la Copa. Si el Madrid de Ancelotti se hubiera plantado en la final de la Liga de Campeones y se jugara este fin de semana el campeonato de Liga, seguiríamos dudando de la capacidad del entrenador italiano para continuar en el banquillo del Bernabéu como dudamos de la elegancia de quien lleva un traje muy usado. Con Bale ha pasado algo parecido. El traje del futbolista galés tiene una intimidad con su cuerpo que le sitúa en el polo contrario de la elegancia, y así le luce el pelo. El traje de Chicharito luce rígido porque solo hemos visto al delantero mexicano en el campo durante el último mes. Si Chicharito continúa en el Madrid la próxima temporada y es titular, enseguida le negaremos el pan y la sal y le enviaremos con su traje usado a otra parte.

¿Y Luis Enrique? ¿Por qué el traje del entrenador del Barça nos parece ahora tan elegante, cuando hace poco eran legión quienes aseguraban que el Camp Nou le quedaba a Luis Enrique tan grande como a Balotelli el cargo de secretario de Estado del Vaticano? Porque Luis Enrique ha renunciado a adaptar el traje del Barça a su cuerpo y prefiere, con buen criterio, presentarse como si acabara de estrenar el cargo y dando la impresión de que, bueno, puede que mañana no esté aquí y eso me importa un bledo. Eso es elegancia. Los trajes envejecen, pero las joyas no. Las joyas no cambian en virtud de la individualidad, de forma que Xavi siempre será Xavi y Casillas siempre será? Un momento, un momento. Si Casillas es una joya, y no un traje, ¿por qué parte del Bernabéu le hace un traje cada vez que el Madrid recibe un gol? ¿Por qué los grandes jugadores-joya casi siempre terminan siendo pitados por su afición? No tengo ni idea. Pero me alegro de que la despedida de Xavi sea por todo lo alto, en el Camp Nou, con el Barça campeón de Liga y en la final de dos grandes competiciones. Ni Guardiola ni Raúl, por ejemplo, tuvieron grandes despedidas como jugadores del Barça y del Madrid, pero Xavi tendrá más suerte. Puede que la razón esté en que Xavi nunca se creyó una joya, sino solo un tipo con un traje siempre nuevo que jamás intentó que el Barça se amoldara a su cuerpo. Por eso Xavi siempre fue tan elegante. Por eso Messi es mejor jugador desde que ha entendido, a partir de la derrota en Anoeta, que un traje que delata su individualidad le sitúa en el polo contrario de la elegancia del tridente que forma con Meymar y Suárez. Solo es una teoría porque, claro, nadie sabe nada.