Un hombre capaz de convencer a Juan Antonio Samaranch para que financiase un viaje de la selección gallega estaba destinado a cambiar la historia del hockey sobre patines. Antonio González (A Coruña, 1927-2001) todavía era jugador cuando el entonces directivo del Espanyol se cruzó en su camino. Lo que vino después está en los libros. Porque fue clave en la eclosión del deporte del stick fuera de Cataluña. El próximo viernes 20, se recordará su trayectoria en la Copa de Europa sub 17 femenina que se disputará en Mieres (Asturias) y que llevará su nombre. Un homenaje a una carrera excepcional. Estuvo al frente de la Federación Gallega de Patinaje (1958-1967), fue el primer presidente electo del Deportivo (1965-1973), puesto que dejó para hacerse cargo de la Federación Española de Patinaje (1973-1984) como primer presidente no catalán. Desde ella, impulsó la creación del CERS (Confederación Europea de Roller Skating), del que también fue el primer mandatario (1975-1979). Se retiró en el Unión Sportiva como el presidente decano del fútbol español y fundó la AFAC (Asociación del Fútbol Aficionado Coruñés).

"Probablemente el Liceo no sería lo que es ahora, uno de los mejores clubes del mundo, si no fuera por él. Ni el Dominicos hubiese podido ganar la Copa del Rey. El hockey fuera de Cataluña le debe mucho", afirma su hijo, Ignacio González. Se refiere a una de las primeras decisiones de Antonio González nada más ser designado presidente de la nacional por Juan Gich, delegado nacional de Deportes. La Primera División, antesala de lo que hoy es la OK Liga, estaba dominada por los catalanes, por lo que ningún equipo de fuera podía aspirar a subir a la máxima categoría. El coruñés cambió las normas y creó cuatro grupos: uno norte, otro sur y dos catalanes. El primer año que entró en vigor, ascendió el Liceo. El segundo, el Dominicos. Los asturianos, con el Cibeles a la cabeza, el Jolaseta, los andaluces y madrileños fueron otros de los conjuntos beneficiados.

Los suyos fueron otros tiempos. Se jugaba sobre el cemento de María Pita, en el patio de la cárcel, en plena rotonda de Riazor. El hockey sobre patines empezaba a dar sus primeros pasos en la ciudad de la mano del catalán José María Sastre, llegado a la ciudad para realizar el servicio militar. Su semilla germinó en el joven Antonio González, que daba sus primeros pasos en el equipo del Club del Mar. Era, no obstante, un deportista todoterreno. Dominó desde la raqueta hasta la cesta punta, desde el césped hasta la pista. Pero una lesión de menisco le obligó a colgar las botas y los patines tras pasar por el Deportivo tanto de fútbol como de hockey, el Alavés y el Sporting de Gijón. Lo mejor de su carrera, no obstante, estaba todavía por llegar porque fue su labor federativa la que le hizo entrar en la historia.

"Era un gran relaciones públicas. Tenía mucho don de gentes", recuerda su hijo Ignacio. "Un gran negociador", le define Luis Rodríguez Vaz, que fue entrenador del Fabril cuando Antonio González estuvo al frente del Deportivo. Cuenta la leyenda que en 1962 viajó a Portugal y consiguió que el Benfica, que en ese momento era el vigente campeón de Europa, participase por la mitad de su caché habitual en un Trofeo Teresa Herrera en horas bajas. También necesitó de toda su mano izquierda para convencer a Victoriano Oliveras de la Riba, presidente del FIRS (Federación Internacional de Roller Skating) para que permitiese la creación de una confederación europea. Y convirtió A Coruña en la capital de las cuatro ruedas con el Mundial de hockey de 1972 y el de patinaje artístico de dos años después.