Partido emocionante en el United Center de Chicago, de esos que de vez en cuando ofrece la temporada regular de la NBA. Los Pistons baten a los Bulls por 144-147 en la cuarta prórroga. Aún lejos, sin embargo, del encuentro de mayor duración en la historia de la liga. Ese se disputó el 6 de enero de 1951. Un partido interminable más allá de sus seis prórrogas, desesperante en realidad, que contribuyó a cambiar para siempre el reglamento.

Fue en la época en que todavía no existía ningún límite temporal en los ataques. Muchos equipos, cuando obtenían una ventaja apetecible, se dedicaban a pasarse el balón sin buscar la canasta. A veces la única solución del rival era forzar los tiros libres. El deterioro del espectáculo alejaba a los espectadores. El negocio amenazaba ruina. Al propietario de los Syracuse Nationals, Danny Biasone, se le atribuye la propuesta de los 24 segundos que modificaría para siempre el baloncesto. Una cifra que surgió de dividir el tiempo reglamentario entre 120 posesiones, estimadas como un buen número. Aprobada por las franquicias, se puso en práctica a partir de la temporada 1954-1955.

Aunque el problema que llevó a esta solución era estructural, y se hizo evidente cuando las exigencias del profesionalismo concedieron prioridad absoluta al resultado, hubo encuentros concretos que evidenciaron la crisis. Suele considerarse como desencadenante un 18-19 de los Fort Wayne Pistons sobre los Minneapolis Lakers. También el choque entre los Bostons Celtics y los Syracuse Nationals en el que se cometieron 106 faltas y se lanzaron 128 tiros libres (Bob Cousy anotó 30 de 32). En el anecdotario figura también una victoria de los Nationals sobre los Knicks por 75-69; los 75 puntos del vencedor fueron mediante tiros libres. En tales circunstancias, casi todos agradecieron la invención de Biasone. "Ha salvado de la muerte al baloncesto", resumía Cousy.

El partido que más ha durado en la historia de la NBA pertenece a este grupo de encuentros que obligaron a reflexionar sobre las reglas del juego. Ese 6 de enero de 1951 los Indianapolis Olympians visitaron a los Rochester Royals. Los 48 minutos reglamentarios aún tuvieron un cierto atractivo. Concluyeron con empate a 65. En las seis prórrogas posteriores entre ambos equipos sumaron 23 tiros de campo -la táctica era malgastar tiempo para jugárselo todo ya enfilando los últimos segundos-. En dos de las prórrogas ninguno anotó. La secuencia fue 2-2, 0-0, 2-2, 0-0, 4-4 y 2-0.

Esa última canasta, a favor de los Olympians (73-75), puso fin a un suplicio al que habían asistido 3.000 espectadores. No se manejan datos sobre cuantos resistieron en las gradas los 78 minutos efectivos de partido, en realidad más de cuatro horas. "Solo podemos desear que al menos los Rochester Royals tuviese animadoras guapas", escriben en Sports Junkie. Y eso que el entrenador local, Lester Harrison, parecía atribuir su derrota a una cierta precipitación. "Nuestro base podría haber estado driblando a los rivales por tiempo indefinido", se lamentó Lester Harrison. Ese base, Rez Holman, había disputado 76 minutos.

Es un relato antiguo, como se comprueba en el nombre de las franquicias. Los Olympians apenas existieron durante cuatro ejercicios. Los Rochester Royals acabarían ganando el título aquella temporada, al derrotar en las finales a los Knicks. Años después iniciaron una existencia itinerante, mudándose a Cincinatti, Kansas City y Omaha hasta instalarse en Sacramento a partir de 1985. Desde 1972 habían cambiado también de nombre. Son los actuales Kings, irónicamente sinónimo de espectáculo desde la etapa dorada de Adelman.