El anfitrión de la Copa del Rey disfrutó e hizo disfrutar al público. Pudo parecer en los primeros compases que al Obradoiro le costaba creer dónde estaba, pero pronto se soltó y demostró que es un equipo fuerte que nunca se da por vencido. Esta vez, la suerte no le acompañó y el Laboral Kutxa Baskonia le privó de hacerse con el billete a semifinales (77-79) cuando casi lo tenía en el bolsillo.

El primer cuarto, para olvidar. Solo se salvó el Obra en los dos primeros minutos. Protagonizó un inicio arrollador (6-0) pero ahí se estancó y empezó el vendaval vasco. Se puso Causeur el mono de trabajo y empezó a sumar en su cuenta personal y en la de su equipo. Los triples de Tillie y Hanga permitieron al Baskonia colgarse el cartel de dueño del partido. Basta con ver los números para confirmarlo: un parcial de 24-4 en los diez primeros minutos.

Sin embargo, el anfitrión no se encogió. El Coliseum fue ese sexto jugador tan necesario en este tipo de citas. Los hombres de Moncho Fernández mejoraron en defensa, tanto es así que evitaron las canastas del rival durante tres minutos. Pero no aprovecharon esa sequía del Laboral Kutxa que finalmente rompió Blazic con un mate. El Obradoiro se precipitaba demasiado cuando capturaba la pelota y eso le hacía estrellarse contra el aro. Brown guiaba al equipo y Yusta entró como revulsivo. Parecía que el engranaje santiagués empezaba a funcionar. Había partido.

Después de verse doce puntos por debajo en el marcador, el equipo gallego se esperanzó con el 30-35 previo al descanso. Y la diferencia pudo ser menor si no llega a ser por el tapón de Diop a Yusta. Una de esas acciones con las que el espectador se enamora de este deporte. Dejando eso a un lado, el Obra tenía motivos para creer en la remontada y si por algún casual se le olvidaban, su afición se lo recordaba con sus continuas ovaciones.

Si el primer cuarto había sido un desastre, el tercero fue para enmarcar. Bendzius apareció para reescribir el guión antes de que fuese demasiado tarde. Acertó desde la línea de 6,75 en tres ocasiones y eso dio alas a los suyos, al igual que el empeño de Brown por seguir elaborando en ataque.

Sin embargo, el Obradoiro cometió el error de echarse demasiado encima de su rival. Entró en bonus y cada pequeño acercamiento era un tiro libre para el Baskonia. Así era prácticamente imposible conseguir la remontada. Pausa y cabeza fría fue la clave del cuadro gallego para dar un paso al frente y endosar a su enemigo un parcial de 12-2 que le puso por encima en el marcador. Eso y el "sí se puede" que resonó en el Coliseum.

Triguero, el único del Rio Natura junto a Chagoyen que ya había participado en una Copa del Rey, se sumó al ataque. Caloiaro y Brown, mientras, se encargaban del rebote. En la fiesta gallega, sin embargo, siempre estaba por el medio Hanga. Mejoró la defensa del Laboral Kutxa y fue uno de los máximos anotadores con 14 puntos. Estaba dispuesto a amargar al Obra.

Ya en los últimos diez minutos, las canastas llegaban a cuentagotas. Quizá por la enorme presión que sentían los dos equipos al ver tan cerca la semifinal. Cualquier paso en falso supondría puntos en contra. Si este cuarto tuviera que tener un nombre, ese sería McGrath. El pupilo de Moncho Fernández levantó a la grada con sus tiros exteriores (70-67). Pero también Hanga acertaba en el triple y, a solo dos minutos del bocinazo final, no había un claro ganador. A cara o cruz. Y salió cruz. Se la jugó el Obradoiro en el último suspiro, Brown falló uno de los dos tiros libres de los que disponía, pero lo remedió con un triple. Waczynski, máximo anotador de la categoría, tuvo el triunfo en su mano. Pero no pudo ser, su lanzamiento fue directo al aro y los aficionados asumieron la derrota antes de que Brown fuese eliminado por faltas.

Un adiós que duele, pero la despedida no es tan amarga como se podría haber esperado en los primeros minutos del duelo. El equipo de Santiago de Compostela supo competir e incluso inquietó al Laboral Kutxa, uno de los favoritos del torneo del KO. La Copa despide a su anfitrión, pero le abre las puertas de su historia. Soñó y compitió. Por lo menos, gana en afición.