El coruñés Fran García es uno de los árbitros más respetados a nivel mundial en hockey sobre patines. Lo demuestra su premio al mejor colegiado de la OK Liga de la temporada pasada y que siempre es una apuesta segura confiar tanto él como en su compañero Óscar Valverde para pitar los partidos importantes. Como la semana pasada en Reus, en la que fue su novena final de la Copa del Rey.

-¿Quién logrará antes la décima Copa, el Liceo o usted?

-La última Copa del Rey del Liceo la ganó en 2004 y el árbitro era yo. ¿Por qué no la próxima, que sea la décima mía y la décima del Liceo? Todos contentos.

-Este año no tuvieron casi trabajo en la final entre Vic y Barça.

-Fue una final bastante tranquila. Tanto el Barça como el Vic son dos equipos que juegan y defienden muy bien, nos conocen mucho, nos respetan y nos pusieron las cosas fáciles. No hubo jugadas conflictivas y lo que hubo, creo que acertamos.

-¿Con nueve finales pitadas, se sigue poniendo nervioso?

-Es un sentimiento contrapuesto. Por un lado, es cierto que cada vez estás más tranquilo. No solo por las nueve finales, sino por la cantidad de partidos que llevas. Pero por otro lado sientes la presión porque todas las miradas estarán puestas sobre ti.

-¿Ayuda llevarse tan bien con su compañero?

-Óscar y yo, además de compañeros, somos amigos a pesar de que mucha gente haya querido que rivalicemos por nuestro ranking. Pero no ha sido así. Siempre hemos hablando muy claro el uno con el otro. Tenemos un estilo muy similar, somos los dos bastante tranquilos y después cada uno tiene sus matices de personalidad.

-¿Poli bueno y poli malo?

-Él único poli es él, pero de profesión (risas). Sí hay días que hay más enfrentamientos con algún jugador, peores relaciones con un entrenador... y repartimos las faenas. Este lo controlas tú que tienes mejor relación y viceversa.

-¿Significa que le tienen tomada la matrícula a los jugadores?

-Conocemos a los jugadores y entrenadores. Quién suele protestar, quién se suele tirar... pero puede ser un arma de doble filo. Es decir, porque fulanito siempre se tire no quiere decir que en un partido que estás pitando no lo hayan tirado. No te puedes dejar condicionar.

-¿Por eso le llamaron la atención a Sergi Fernández (Barcelona) por perder tiempo en la final?

-Nosotros sabemos que le gusta cortar el ritmo del partido y se lo dijimos. Le dejamos secar la careta una vez y le dijimos que no más. Y ya no la seco más.

-¿Se siente respetado?

-Muchísimo. Creo que tengo una relación muy buena con casi todos. Sí que puede haber ciertas tiranteces con algún jugador o entrenador porque a lo largo de los años, por su carácter, lo has expulsado. Te conocen y para ellos es una tranquilidad saber que se van a encontrar siempre con un mismo rasero. Y a ti también te ayuda saber con quién puedes hablar, a quién tienes que hacerle una gracia y a quién echarle una reprimenda. El arbitraje tiene mucha parte de psicología.

-¿La profesión de árbitro está bien valorada?

-Ser juez no es agradecido, pero sin embargo está bien visto. Un árbitro, que viene a ser lo mismo dentro de una pista, no tiene la misma catalogación. Todas las decisiones que toma son cuestionadas. Y hay algo que hay que entender: el árbitro forma parte del juego y sin él no hay juego, sería una batalla campal. Sí que es cierto que no conozco a nadie que le digan que su hijo va a ser árbitro y se ponga contento. Parece una maldición. ¿Árbitro? ¡No por dios! Hay que educar desde categorías inferiores a jugadores y padres en que el árbitro es parte del juego y hay que respetarlo. Como se hace en rugby. Seguiremos peleando para que los árbitros tengan mejor formación y los demás entiendan su labor.

-Como se demostró en el Palau, con la caída desde la valla de Garrote, también es una profesión de alto riesgo.

-Suerte que no fue nada. Ya pasó más veces. Creo que casi todos nos hemos caído alguna vez de la valla. A mí me da más miedo la norma de que la bola tiene que traspasar el campo en determinado tiempo, porque los jugadores la lanzan al tuntún sin mirar y no es el primer bolazo que nos llevamos. Un compañero cayó fulminado tras un bolazo en la cabeza. Tú estás mirando al jugador, no a la bola, y puede pasar eso. El hockey es un deporte de riesgo y estas cosas te pueden pasar. A mí en el Palau Pedro Gil me arrancó una uña de cuajo en una frenada que se le fue el pie.

-Y no lo pudo expulsar.

-(Risas) No, aún encima aguanté y seguí el partido. Si un jugador recibe un bolazo, tiene que seguir. Nosotros igual aunque con muchísimas menos protecciones.

-En los últimos años ya no se ven tantos colegiados mayores o pasados de peso. ¿Cómo ha evolucionado el arbitraje?

-Ya hace unos años que desde la CERS empezaron a marcar unas directrices muy claras tanto a nivel formativo como físico. Aquí en España habíamos empezado antes porque creíamos que era una cuestión de imagen. Ahora ha entrado gente muy joven. Yo fui nacional con 21 años. Ahora quedan pocos de más de cincuenta.

-¿Cuál es el nivel de los árbitros españoles?

-Es muy alto porque tenemos una competición muy buena. Y recíprocamente el nivel de la competición es alto porque el nivel de los árbitros también lo es. Yo acabo de estar en Argentina contratado por la Federación Sanjuanina para formar a los árbitros. En San Juan hay más de veinte pistas de hockey en una ciudad más pequeña que A Coruña y sin embargo no hay un buen nivel arbitral y eso lleva a que no haya una buena competición. Siempre hay incidentes y el menosprecio al árbitro es brutal.

-¿Y el nivel de la afición española en respeto a los árbitros?

-Ha cambiado mucho. Sigue habiendo pistas que son más conflictivas, pero de lo que era hace veinte años a lo que son hoy... hay un mundo. El nivel de los árbitros mejoró y la violencia se ha erradicado. Eso hace que la grada entienda y viva el deporte de otra manera. Hay incidentes aislados, como el que le tocó vivir a Íñigo (López-Lleyon, agredido en un partido) y suelen ser con un grupo en concreto y vinculado con la venta de alcohol en los recintos deportivos. Pero en general hay buen ambiente.