Johan Cruyff aterrizó por primera vez en Riazor en agosto de 1973 para participar en el Trofeo Teresa Herrera a la cabeza del todopoderoso Ajax, que acababa de conquistar su tercera Copa de Europa consecutiva. El 14 lo era todo en esa época, el mejor del mundo, y su equipo el mejor reclamo para un torneo amistoso que era referencia en el planeta fútbol. Sin embargo, el astro holandés apenas lució en el estadio herculino, como tampoco hizo su equipo, que pagó el exceso de vanidad. Volvió al año siguiente, ya con la camiseta del Barcelona y como subcampeón del Mundo con Holanda -perdió la final ante Alemania (2-1) en Múnich-, pero su presencia en el campo se limitó a quince minutos. Tras sufrir una falta de un defensor del Peñarol de Montevideo, el holandés reaccionó desde el suelo y le dio una patada en la cara. Riazor se lo reprochó y lo abroncó. Ahí empezó la mala relación de Cruyff con A Coruña, pus 20 años después, cuando dirigía al Barcelona como entrenador, se agravó al ejercer todo tipo de presión psicológica para desbancar al Deportivo del liderato, hasta que lo consiguió en la última jornada cuando Djukic marró el penalti ante el Valencia. Riazor se llenó de chupa-chups en cada partido (Cruyff los tomaba para paliar la falta de tabaco ya que había tenido que dejar de fumar a causa de una dolencia cardiaca), y Arsenio Iglesias respondía a las provocaciones del holandés parodiando su castellano. "Tengo la gallina en piel", decía el de Arteixo, copiando una expresión del técnico blaugrana.

En aquel año 73, el de su estreno en Riazor, los chavales entrábamos al estadio Riazor acompañados de un mayor -¿"me pasa?", se le decía y entrabas de la mano-. Cruyff lo era todo y nadie quería dejar de verlo en directo. Riazor se llenó. Al principio no defraudó, ni su equipo, en la segunda semifinal frente al Spartak Trnava, campeón checo, ya que el Ajax se colocó con un contundente 3-0, pero en 34 minutos los checos le dieron la vuelta al marcador y se impusieron por 5-3. Riazor sufrió una pequeña decepción por la derrota del equipo estrella, del campeón de Europa, pero ese encuentro es recordado como uno de los mejores que acogió el estadio coruñés en su historia. En el partido por el tercer puesto, los holandeses se dejaron ir y solo pudieron empatar (0-0) con el Ujpest Dozsa, campeón de Bulgaria. El Atlético de Madrid se impuso en la final al representante checo en uno de los encuentros más largos de la historia del torneo, pues fueron necesarias dos prórrogas para dilucidar al vencedor.

Johan triunfó posteriormente con el Barcelona, como antes había hecho con el Ajax. Fue de los futbolistas que el mundo del fútbol coloca en el Olimpo junto a Di Stéfano, Pelé y Maradona, cuarteto al que ahora suman a Messi. Un quinteto que es referencia en la historia del fútbol. Pero la aportación de Cruyff fue mayor cuando estuvo en el banquillo, en su etapa de entrenador. Marcó época al introducir pequeños retoques al estilo instaurado por Rinus Michels en el Ajax y en la selección holandesa. Un estilo que perdura en la actualidad y que ha llevado al Barcelona y a la selección española a cosechar sus mayores éxitos.

El holandés, además de mantener una fuerte rivalidad con el Deportivo en la década de los noventa, mantuvo buena relación con la ciudad coruñesa una vez se alejó de los banquillos. Aquí montó en 2003 la Escuela Superior Johan Cruyff en la que los profesionales del fútbol podían compaginar su carrera con los estudios. Y aquí estuvo hace poco más de dos años, 2013, para inaugurar en Novo Mesoiro un campo de hierba artificial, construido gracias al convenio entre su fundación y el Concello, y también para participar en el Congreso Internacional de Fútbol, organizado por el Comité Gallego de Entrenadores. Fue su última visita. Cruyff siempre confesó que tenía "dos vicios: uno el fútbol y otro el tabaco. El fútbol me dio la vida; el tabaco casi me la quita".