Dentro de la algarabía, la fiesta general y porqué no decirlo las reivindicaciones nacionalistas, el partido disputado por la Selección Gallega Absoluta a mí me deja tres aspectos importantes:

1) El grado de madurez exhibido por la gente que acudió al estadio de Riazor para animar y alentar a la Selección de todos mostrando un comportamiento intachable, dejando a un lado colores, equipos o rencillas particulares. Una vez pasado ese día cada uno tiene que animar y empujar a los suyos, pero siempre desde un clima de tolerancia y deportividad como el demostrado.

2) La enorme satisfacción que me produce lo que para muchos fue un descubrimiento: la extraordinaria relación que mantienen los futbolistas gallegos entre sí independientemente de donde sean. Es algo en lo que personalmente no tenía ninguna duda porque además incidí y trabajé durante ocho años para esto, como algo de lo que me siento muy orgulloso.

3) La enorme calidad y talento de nuestros futbolistas exhibidos en un marco como este para que se refuerce el buen hacer de multitud de entrenadores anónimos y no tan anónimos del fútbol base gallego que llevan ya muchos años trabajando a diario y a destajo para demostrar algo que no me he cansado nunca de repetir y que muchos siguen sin entender: NUESTROS CHICOS SON TAN BUENOS COMO LOS DE CUALQUIER SITIO. Sólo que hay que darles oportunidades para que lo demuestren.