Cuando Toni Pérez está en racha es un jugador especial. Porque le sale todo. Da igual si está de espaldas a la portería. Lejos o cerca. Si dispara o llega en una contra. El desenlace más probable para cada una de esas jugadas es que la bola quede lejos del alcance del guardameta contrario y acabe acariciando las redes. Ayer le tocó sufrirlo a Elagi Deitg y al Igualada entero por extensión. Y disfrutarlo al aficionado del Liceo. Entre las piernas y gol. Chut y gol. Uno contra uno y gol. Tres en los cinco primeros minutos del partido para encaminar una goleada más en el Palacio de los Deportes de Riazor y para afianzar el subcampeonato liguero, a la espera de un posible tropiezo del Barça, que hoy se mide al Alcobendas.

El asturiano está en forma. Si a medio gas es un delantero peligroso, sin los problemas físicos que le lastraron el año pasado se convierte en una continua amenaza. Tiene esa chispa que le hace llegar antes que nadie a los rechaces. Como en su cuarto gol, el quinto del Liceo. Marca de la casa, rebañando una bola que se quedaba muerta en el área. Su actuación bastó para desactivar al Igualada, que se vio siempre en problemas cuando el 57 rondaba sus inmediaciones. También aprovecharon para sumar Carlo di Benedetto, Josep Lamas y Henrique Magalhães, que se estrenó como goleador con la camiseta verdiblanca, el mejor regalo posible en el día de su cumpleaños.

El Igualada poco pudo hacer. Más en la primera parte que en la segunda, cuando ya estuvo totalmente a merced de la voluntad del equipo coruñés. El 3-0 de inicio tampoco dejó mucho margen a la reacción. Sin casi tiempo para asimilarlo ya se vio con tres goles en contra y con un ciclón llamado Liceo enfrente. Ya bastante hizo con contener el ritmo de Toni Pérez. Pero tampoco conseguía inquietar a Xavi Malián pese a los latigazos de los veteranos Francesc Bargalló y Emanuel García. El argentino fue el protagonista del conato de remontada visitante. Forzó un penalti y lo marcó, pero el primer tiempo finalizó con el tanto de Carlo di Benedetto que apagaba cualquier atisbo de sublevación.

Con el descanso también murió en buena medida el partido. Tras él, los goles de Pérez, Lamas y Magalhães sentenciaron un duelo que ya lo estaba en cuanto a dominio y posesión. Ya sin suspense por quién se llevaría los tres puntos, el Igualada se sacudió las telarañas y respondió a cada acción local con otra de peligro, pero sin que se moviera ya más el marcador. El 7-1 es impepinable. El Liceo se siente cómodo en casa. Tres de tres. La asignatura pendiente sigue siendo fuera. Y la semana que viene tendrá un duro examen en Alcobendas.