El belga Greg Van Avermaet (BMC), en un alarde de fuerza y sentido táctico, sumó ayer a su palmarés la 115 edición de la París-Roubaix, la reina de las clásicas, tras ganar el pulso al esprint al checo Zdenek Stybar y al holandés Sebastian Langeveld.

Van Avermaet, de 31 años, remata una temporada de ensueño en las clásicas con el triunfo más importante de su carrera, que se decidió en el velódromo de Roubaix por velocidad, al más puro estilo del ciclismo en pista, a sus compañeros de fuga en los últimos 25 kilómetros.

El ciclista de Lokeren invirtió un tiempo de 5h.40.07, en el trayecto de 257 kilómetros entre Compiègne y el velódromo de Roubaix, donde se vivió un ambiente especial para despedir a Tom Boonen, cuatro veces ganador, en su última carrera profesional.

Avermaet, rey en el Infierno del Norte, remató una temporada estelar en las clásicas de primavera logrando el adoquín que distingue al héroe de una carrera que se disputa desde 1896, que se une a sus éxitos en la Omloop Het Nieuwsblad, E3 Harelbeke y Gante-Wevelgem.

Partía como favorito el jefe de filas del BMC junto a Peter Sagan, pero solo él pudo demostrar tal condición, pues el eslovaco fue víctima de un problema mecánico en el momento clave de la carrera, cuando estaba enlazando con el grupo de cabeza pasado el sector adoquinado de Mons-en-Pévèle, a 32 de meta.

Tampoco pudo tener su retirada soñada Tom Boonen, aunque lo intentó. No llegó dentro del top ten, pero difícilmente tendrá otro corredor el reconocimiento y apoyo que le dispensó la afición a lo largo de todo el recorrido.