La 72 Vuelta a España iniciará, con el final en Alcossebre (Castellón), un tramo de la carrera en el que la tensión de los ciclistas irá en aumento y que puede provocar que más de uno puede terminar diciendo adiós a sus aspiraciones de pelear por la victoria.

Todos saben que en los próximos días cualquier descuido que cometan pueden terminar pagándolo muy caro en forma de segundos perdidos y con ellos de opciones.

Tras el vibrante final de Andorra la Vella, en el que aparecieron los primeros puertos de entidad de esta septuagésima segunda edición, el primer final en alto será el de la ermita de Santa Lucía castellonense.

El Sky demostró en Andorra tener engrasada a su nivel máximo su potente maquinaria, esa que le permite llevar al límite de la asfixia a sus adversarios sin que sean capaces de tratar de contrarrestarlos.

El resultado para los hombres de negro fue inmejorable. Su líder Chris Froome se aupó al liderato y por segunda vez en su vida, se vistió de rojo.

El sueño de ganar la Vuelta, en la que se ha quedado en tres ocasiones a un solo peldaño de lo más alto, empezó a tomar cuerpo en el británico de origen keniano, pero todavía falta mucha carrera. "Esto no ha hecho nada más que empezar", era la frase más repetida entre los mejores.

Ahora llega un tramo de cinco etapas, hasta la jornada de descanso del próximo lunes 28 de agosto, en el que el pelotón tiene asumido que no va a tener ningún respiro y que en cualquier recodo de la carretera se pueden encontrar una emboscada propicia para hacer saltar la sorpresa.

Froome, que no perdió tiempo en recordar que su primera oportunidad de ganar la Vuelta fue en 2011 ante Juanjo Cobo y se le escapó por tan solo 13 segundos, ya puso blanco sobre negro cuando en el esprint especial de Andorra arañó dos segundos de bonificación que tiene intención de pelear por cualquier opción que le pueda favorecer para sus intereses. Sin ir más lejos, a la penúltima jornada del pasado Tour, antes de la contrarreloj de Marsella, Romain Bardet y Rigoberto Urán estaban a menos de 30 segundos del que terminó siendo su cuarto jersey amarillo.

"Voy a pelear cada segundo. Ya hacía mucho que no vestía el jersey rojo (el 29 de agosto de 2011) y es una gran sensación volver a tenerlo. Estar en esta posición es algo en lo que he pensado mucho y he trabajado para ello después del Tour", dijo nada más cambiar el negro habitual de su equipo por el rojo de líder.

El británico no esconde lo más mínimo sus pretensiones y sus principales adversarios lo saben. Junto a Froome, los ocho que cruzaron la meta en Andorra acompañándolo, Vincenzo Nibali (Bahrain), como ganador; David de la Cruz (Quick Step); Romain Bardet y Domenico Pozzovivo (AG2R); Esteban Chaves (Orica Scott); Fabio Aru (Astana) y Nicolas Roche y Tejay Van Garderen (BMC), se han convertido, junto a alguno que cedió algo de tiempo en el Principado se han convertido en los favoritos.

Todo este cóctel puede convertir las próximas jornadas, calificadas por la organización como media montaña, en una auténtica encerrona.

No parece que nadie vaya a dejar sentenciada la carrera en los viajes de estos días, cuando la gran montaña de la Vuelta todavía no ha hecho acto de aparición, pero todos y cada uno de los aspirantes a la victoria final tienen asumido que en ellos pueden quedarse fuera de la pelea.

Las cinco etapas que tienen por delante, antes del día de descanso en tierras alicantinas, cuentan en sus itinerarios con constantes subidas y bajadas con tres finales en alto, la debutante ermita de Santa Lucía mañana, el de Xorret de Catí del sábado, y el domingo el de la también primeriza Cumbre del Sol en la alicantina Benitatxell, con solo cuatro kilómetros de ascensión pero a una media del 9,1 % y con rampas por encima del 21 %.

La jornada de descanso servirá para repasar todo lo acontecido en los nueve primeros días y empezar a tener más claras cuales son las aspiraciones de cada cual de cara a los semanas siguientes de competición.