Solo es la jornada siete y, por lo tanto, es demasiado pronto para hablar de un duelo decisivo por la OK Liga. Pero el Barcelona-Liceo de hoy (Palau Blaugrana, 16.00 horas) tiene aroma a clásico y un sabor a algo más que tres puntos. Empatados al frente de la clasificación con un pleno de 18 puntos tras seis victorias en otros tantos partidos, los dos equipos solo están separados por el golaveraje, que precisamente puso a los verdiblancos al frente de la tabla antes de visitar el Palau. En la pista más difícil de la competición y ante la mejor plantilla del mundo, el Liceo, que ha demostrado ser el único que puede cuestionar su dominio, tiene un duro examen pero puede salir doblemente reforzado. De moral y de puntos. Toda ventaja sobre el conjunto azulgrana será bienvenida, pero ninguno se va a rendir en el caso de salir derrotado. Mucho en juego pero también mucho por delante.

Se enfrenta el mejor ataque contra la mejor defensa, pero en el Liceo y el Barcelona hay muchos paralelismos. Para empezar, en los dos equipos hay inquilino nuevo en el banquillo esta temporada. El cambio de entrenador sentó bien en ambos bandos. En el coruñés, la marcha de Carlos Gil Carlos Gil y la entrada de Juan Copa supuso un revulsivo para un equipo demasiado acomodado en las rutinas. Sin que haya supuesto un cambio radical en el juego, el nuevo técnico ha implementado rigor defensivo y ha sabido reactivar a jugadores que parecían desmotivados. Edu Castro, por su parte, se encontró con el trabajo dejado por Ricard Muñoz, al que le caracterizó la defensa a partir de una portería muy sólida, e intenta sumar a eso un mayor dinamismo ofensivo.

No le faltan jugadores especialistas en finalizar las jugadas. Del primero al último la plantilla es una plagada de estrellas. Quizá les perjudicó el paso por el Mundial de China de este verano, que dejó sin vacaciones a los argentinos Pablo Álvarez, Lucas Ordóñez y Matías Pascual y a Pau Bargalló y el coruñés Ignacio Alabart. Pero también en el Liceo Xavi Malián, Eduard Lamas y el francés Carlo di Benedetto pasaron por Nanjing.

Las únicas ventajas sobre el papel de los locales son precisamente el hecho de jugar en casa, ante el calor de su público, y por otro lado, la mayor profundidad de su banquillo. Tienen una rotación más, cuatro por las tres del Liceo, y después de quince días en los que han acumulado cinco partidos puede ser uno de los factores a tener en cuenta. En este tipo de partidos, igualados y en los que son los pequeños detalles los que marcan la diferencia, cualquier error penaliza. En el Barça saben sacar petróleo de los errores ajenos. Minimizar riesgos y rentabilizar las ocasiones. Parece fácil. Pero si lo fuera el Liceo ganaría siempre.