Una nueva derrota del Liceo con los mismos pecados de siempre, sobre todo en una segunda parte en la que los errores propios, más que los aciertos del Cerdanyola, casi le costaron una goleada que evitó Katy Guscin, la mejor del partido pese a encajar cuatro tantos. Con todo en contra, las verdiblancas despertaron para estrechar la diferencia. Hicieron creer en la remontada, más por corazón que por juego. Algo que se repite en los últimos encuentros en los que las coruñesas acaban luchando contra viento y marea después de haber dejado que el rival se escapara con facilidad en el marcador.

Gemma Solé era una amenaza. Y por más avisadas que estaban las verdiblancas, no pudieron evitar que demostrara muy pronto su efectividad para marcar el primero. El 0-1 hizo que las coruñesas se vieran desde el inicio por detrás en el marcador y lo tuvieron que manejar tanto a nivel de juego como de ansiedad. Sin desquiciarse, rozaron el empate en su oportunidad más clara de la primera parte, una contra en la que Naiara Vaamonde no pudo enchufar bien en el segundo palo el disparo cuando la portera había quedado vendida.

Con el duelo muy igualado, un penalti a favor del conjunto visitante marcó la diferencia. Solé, una auténtica cañonera, no falló ante Katy Guscin. Un 2-0 justo antes de ir al descanso que, pese a la arenga de Stanis García en el vestuario, pesó mucho en la moral de las jugadoras verdiblancas -ayer blanquiazules-. El inicio del segundo tiempo fue garrafal. Llegó el tercero del Cerdanyola tras una pérdida en el centro de la cancha de las locales que recuperó Solé para asistir a una Laia Pera que no perdonó sola en el segundo palo ante la portera verdiblanca.

Aunque había encajado tres goles, Guscin era sin duda la única que, junto a María Sanjurjo, sostenía con vida al Liceo. Sin las paradas de la joven coruñesa, de ascendencia británica, la goleada hubiese sido de escándalo en unos minutos en los que las liceístas rozaron el KO. Lo notó Stanis. El técnico optó por dar refresco e introdujo en pista a jugadoras menos habituales como Lara Yáñez y Lucía Parga.

Fue la reacción que esperaba el entrenador asturiano. Paró la sangría de pérdidas y errores. Pero no la de goles, con el cuarto de Andrea Massons. Como si fuese una bofetada, eso provocó que las verdiblancas sacasen su carácter. Presionaron a toda cancha, robaron, se fueron a por todas. Lucía Paz marcó dos goles. Hubo fe. Pero de nuevo la reacción llegó demasiado tarde.