El Madrid jugará por tercer año consecutivo la final de la Liga de Campeones después de empatar en la vuelta de las semifinales con un Bayern de Múnich superior también en la vuelta en el Santiago Bernabéu, donde sometió a un asedio continuo al actual campeón, agarrado a su instinto de supervivencia y a la buena noche de Keylor Navas y Benzema.

No se esperaba una vuelta fácil y así fue. Desde el pitido inicial y el, de nuevo, tempranero gol del equipo de Jupp Heynckes, hasta el último, que alivió a una grada volcada en todo momento a un equipo que superó otra mala noche europea para aspirar a la decimotercera. El conjunto muniqués, valiente, fue mejor en casi todos los aspectos y se levantó de todas las situaciones como la del 2-1, pero volvió a fallar en los metros finales.

Y el protagonismo fue para dos de los criticados. Benzema, autor de un doblete y que firmó un partido muy completo, y Navas, siempre acertado bajo palos para frenar el empuje del campeón de la Bundesliga junto a la mejor versión del capitán Ramos. No lo tuvo tanto un Cristiano, trabajador, pero poco acertado en momentos que podían haber evitado más sufrimiento y que se quedó por tercer partido seguido de Champions sin marcar.

El partido comenzó trepidante. El Bayern no especuló ni un minuto y en nada encontró la vía para recuperar sus opciones y tiempo. El Madrid no repasó la lección del día de la Juventus y Kimmich puso el 0-1 antes del tercer minuto tras un erróneo despeje de Ramos. El mal, sin embargo, fue menor, porque los locales empataron antes de que el panorama empeorase porque su rival apretaba. Benzema se desmarcó de Alaba y cabeceó a la red para firmar una tregua con la afición y con el gol.

El tanto en contra no calmó a los de Jupp Heynckes. Intenso, atacando con mucha gente, sobre todo por el lado izquierdo, donde Ribéry y Alaba buscaban continuamente a Lucas Vázquez, finalmente lateral. Keylor Navas y su zaga se las apañaban para frenar las continuas acometidas del equipo muniqués, incansable pese a que estaba a sólo un gol de igualar las cosas y con mucho tiempo por delante.

El actual campeón intentaba tener la pelota, pero la incesante presión no le dejaba maniobrar. Aún así, en la primera ocasión en la que se zafó de ella, Marcelo no acertó a elegir el mejor pase de la muerte para voltear el marcador, y en el córner consiguiente, a Kroos le pasó lo mismo. Y es que una vez rota la presión, el Bayern, sin el ancla tampoco de un Javi Martínez fuera a última hora, sufría más.

Antes del descanso, la ocasión más clara fue para el pentacampeón de Europa, que se volvió a hacer con el control del choque. James Rodríguez, al mando de las operaciones ofensivas, no atinó a puerta vacía tras un balón perdida después de una buena parada de Keylor Navas a Lewandowski. Un disparo de un desaparecido Cristiano y un cabezazo de Sergio Ramos fueron las únicas réplicas madridistas, en exceso dependiente de Modric para armar su ataque, antes de un descanso marcado por una mano dentro del área de Marcelo.

Todo cambió al inicio de la segunda mitad. Sin que ninguno de los dos se hubiese asentado, la presión local asfixió la salida del Bayern y atenazó a su guardameta, que cometió un error fatal. Ulreich dudó entre coger la pelota y no hacerlo por temor a una cesión y Benzema no perdonó para dar aire.

Pero el equipo alemán no se rindió y se lanzó con todo a por el empate, momento en el que Cristiano perdió todo el acierto que había acumulado hasta ayer. Finalmente, en medio de un asedio visitante y con los de Zidane obligados a esperar un contragolpe, James Rodríguez igualó la semifinal para dejar ya a un solo gol a los suyos de pasar a la final.

El actual campeón había perdido totalmente el control del partido. Sin pelota, se quedó a merced de un rival superior en lo físico y Zidane recurrió a Casemiro y a Bale para recuperar equilibrio y tener más velocidad en la salida al contragolpe. Heynckes respondió con un delantero más (Wagner) a cambio de un centrocampista para aprovechar unos momentos muy favorables y con Navas como su gran obstáculo.