Iván Fernández, Ivi como le conocen sus amigos, decidió al comienzo de esta temporada dejarlo todo para apostar fuerte por el piragüismo y luchar por sus sueños. Dejó Betanzos y se trasladó a Pontevedra para entrenar en el Centro de Tecnificación Deportiva, donde empezaron algunos de los mejores palistas gallegos de la historia. Después de meses de mucho esfuerzo y sacrificios, está más cerca de uno de sus objetivos, ir al Mundial júnior. El fin de semana pasó en Trasona la primera criba. En dos semanas, le tocará la siguiente. Volverá a Asturias para participar una concentración de la que saldrán los cuatro elegidos, de siete candidatos, para el equipo español de K-4 500 metros. Y una semana después tendrá otra oportunidad en el K-2 1.000 metros. "Espero y debo clasificarme", afirma sobre sus posibilidades, "porque los dos primeros tenemos bastante ventaja con el resto... pero a veces sale y a veces no".

Ya se quedó fuera de la que a priori iba a ser su fuerte, el K-1 200 metros, su especialidad y distancia en la que el año pasado ya había sido subcampeón de España. "Fui segundo y solo entra el primero. Estaba más difícil", señala. Curiosamente, es la misma situación que atravesó su compañero de equipo en el Ría de Betanzos, Carlos Arévalo, en la categoría sénior. También fue segundo, por detrás de Carlos Garrote, y se quedó sin plaza en el Campeonato de Europa. "Carlos es una referencia, siempre me ayudó y me he fijado en él para mejorar aspectos técnicos", dice sobre su paisano, que en unas semanas le hará de anfitrión en Asturias. "Siempre me acoge bien", reconoce y bromea sobre la casualidad de que destaquen en la misma prueba: "Debe ser el río de Betanzos, que nos hace ser más veloces".

Sea lo que sea, Iván Fernández descubrió con el cambio de aires el fondista que había dentro de él: "El objetivo era la prueba de 200, pero a medida que avanzaron los entrenamientos a lo largo de la temporada, fui mejorando mucho más en 500 y 1.000 metros". Por eso tuvo que sobreponerse al duro golpe que supuso finalizar quinto en la prueba de selección del pasado fin de semana en la distancia de 1.000 metros. "No me salió como esperaba. No contaba con estar arriba, pero tampoco tan atrás. Las sensaciones fueron malas", reconoce. A la vez, fue un aliciente. "Me dio el bajón, pero con el cabreo salí a por todas en la prueba de 500 y ya fui segundo", recuerda.

Y es que el coruñés arriesgó mucho cuando tomó la decisión de irse a Pontevedra como para dejar escapar oportunidades. "Estaba pendiente de una plaza para estudiar un ciclo medio. Justo me dieron la plaza y me llegó la oferta de venir a entrenar aquí", comenta y añade: "Vine porque quiero probar, estar un par de temporadas entrenando fuerte y saber hasta dónde puedo llegar". Y no oculta que le costó adaptarse a su nueva vida: "Fueron dos meses complicados. Entrenamos el doble y había que sobrellevar el cansancio. Ahora ya estoy más contento".

En invierno, siempre duro para los piragüistas, la preparación consistió en gimnasio más sesiones largas de tiradas en el río. Ahora ya se están centrando más en ejercicios más concretos enfocados hacia la velocidad. Y mientras tanto él no se obsesiona con el futuro, solo vive el presente. "¿Quién sabe qué pasará el año que viene, si tendré una lesión, lo que sea?", reflexiona. Por eso cree que los Juegos Olímpicos son una quimera. "Me conformo con ir a un Mundial y estar entre los cinco o seis primeros". El júnior, por lo menos, lo tiene cada vez más cerca. Y solo tiene 17 años.