La vida está llena de casualidades e intersecciones, pequeñas decisiones que cambian el rumbo del futuro. También sucede en el deporte. Un tren que pasa. Una lesión. La amargura de una decepción. Cualquier detalle que inclina la balanza para uno u otro lado. Los buenos deportistas suelen tener unas condiciones privilegiadas que hace que tengan un don especial y que destaquen en casi todo en lo que practican. No es raro que muchos se debatieran entre varias opciones antes de decidirse por solo una de ellas. ¿Ganó el fútbol un gran jugador con Pedro Mosquera o perdió el hockey sobre patines una estrella? No es el único ejemplo. La altura de Dmitry Flis, jugador del Leyma, le hacía ideal tanto para el voleibol como para el baloncesto; el agua siempre estuvo muy ligada a Sofía Toro, primero en la natación y después en la vela; y Patricia Carballo corrió primero sobre el tartán para hacerlo después por la banda.

Pedro Mosquera es un todoterreno. "Hacía fútbol, hockey sobre patines, kárate, hípica... tenía a mi madre de taxista", recuerda. Con el stick formó parte de un equipo del Santa María del Mar que estuvo cuatro años sin perder. Pero a los 12 años llamó a su puerta un gigante llamado Madrid con una oferta imposible de rechazar. "Era bueno en los dos", reconoce. Pero se decidió por el fútbol. No se arrepiente, pero sí que a veces piensa qué sería de él sobre los patines al ver lo bien que le fue a su compañero y amigo Pablo Cancela, internacional en todas las categorías de la selección española. Las obligaciones futbolísticas lo tuvieron alejado mucho tiempo de las pistas de hockey sobre patines, pero al fichar por el Dépor y volver a A Coruña, le picó el gusanillo de nuevo. "Tengo muchos amigos y hicimos alguna pachanga. Al principio me costó, pero al rato ya era como si llevara jugando toda la vida", dice el deportivista, de quien también es conocida su afición al surf. Quién se sabe si cuando termine su carrera en los terrenos de juego el camino le llevará de vuelta a la casilla de salida. "Es una posibilidad", reconoce, "pero aún me quedan unos años en el fútbol".

La vida también tomó la decisión por el jugador del Leyma Dmitry Flis. Ayudado por su altura, mide dos metros y tres centímetros, al ruso se le daba bien tanto el voleibol, en el que empezó por un profesor del colegio, como el baloncesto, que le venía de familia, pero a los 16 años la oportunidad le llegó en la canasta: "Me llamaron para darme una beca en una escuela de deportes olímpicos en San Petersburgo y decidí intentar hacer una carrera profesional". Después, se vino a España de la mano del Joventut y el resto ya forma parte de su hoja de servicios de jugador de primera. "Tuve mucha suerte porque soy de un pueblo muy pequeño en el que no es fácil que lleguen oportunidades. Igual en el voleibol también lo hubiese conseguido, nunca se sabe. Yo sigo jugando, sobre todo en la playa con los amigos", concluye.

Las lesiones, en cambio, fueron las que se interpusieron en la carrera tanto de Sofía Toro como de Patricia Carballo. La primera hacía natación. Saber nadar era indispensable para luego montar en el barco. Su especialidad eran las pruebas de fondo, 200 mariposa, 400 estilos y 800 libres. Muy sacrificado. Por eso para ella llegó un momento en que la piscina dejó de ser divertida. "Lo dejé un tiempo por una lesión y cuando volví me costaba mucho mejorar mis marcas", recuerda. Se centró en la vela, donde además notaba que tenía más cualidades y opciones de progresar. Su medalla de oro en match race en los Juegos de Londres 2012 le dan la razón.

Asidua a los puestos de honor en todo tipo de campeonatos de atletismo era Patricia Carballo, que incluso llegó a ser subcampeona de España absoluta en las pruebas de velocidad. Pero frecuentaba tanto el podio como las salas de rehabilitación para recuperarse de las continuas lesiones que lastraban una y otra vez sus avances. Poco a poco se fue alejando del tartán y reconectando con el fútbol, que siempre había sido su otra gran pasión. Ahora, con el CD Tacón madrileño, lucha por subir a Primera División. Ya ha superado la primera fase del play off de ascenso y va lanzada hacia la elite.

CAMINO A LA INVERSA

También hay casos de deportistas que hicieron el camino a la inversa. Es decir, que primero triunfaron en un deporte, por el que son conocidos, y después decidieron probar suerte en otro. Es el caso de Fernando Romay, que consiguió proclamarse campeón de España tanto en baloncesto como después, una vez finalizada su carrera, en fútbol americano. Otro deportista coruñés de reconocido prestigio es el copiloto de rallies Luis Moya, que al abandonar el motor se dedicó a las pruebas más duras del deporte como el triatlón. Otro ejemplo es el de Marta Brañas. La primera campeona de España profesional de boxeo compatibilizaba los guantes con su carrera como militar y sus estudios de enfermería. Cuando bajó del ring tuvo tiempo para su gran amor, la hípica, e incluso prueba suerte en el fútbol.