"Estoy muy contento con mi vida y con mi personalidad", dijo no hace mucho Cristiano Ronaldo. Y tanto que lo está. Ahí está la polvareda que ha dejado la frase de CR7 minutos después de la conclusión del partido de la final de la Liga de Campeones en Kiev en la que el Real Madrid logró su decimotercera Copa de Europa -la cuarta en los últimos cinco años, la tercera consecutiva y la quinta en la carrera del portugués- insinuando que su etapa en el club blanco había concluido. "Fue bonito jugar en el Madrid", le espetó al sorprendido periodista que lo entrevistó a pie de campo.

La perlita causó estupor en parte del madridismo -otra parte le perdona todo al portugués por su innegable aportación a los éxitos del equipo- ya que empañó con sus palabras la celebración de un hito histórico en el fútbol mundial que coloca más que nunca al Real Madrid como el club de clubes. "Cristiano es el ego más rentable de la historia del fútbol", decía Jorge Valdano sobre el portugués cuando ganó su quinto Balón de Oro. Rentable o no, lo cierto es que Cristiano se ha acostumbrado a dejar claro que CR7 es una marca que juega en el Madrid -si se tienen en cuenta sus declaraciones- y que prácticamente considera al resto del equipo como un mal necesario para alcanzar sus objetivos personales: goles, trofeos individuales...

Sirva como ejemplo lo que dijo a la conclusión de otra noche de éxito del madridismo tras ganar en San Siro la Liga de Campeones ante el Atlético de Madrid: "Yo sigo haciendo mi historia, escribo mi página en la historia del fútbol. Estoy feliz por haber conquistado mi tercera Champions". Y ya lleva cinco (una con el Manchester United y cuatro con el Real Madrid) como él mismo se encargó de dejar claro el sábado en Kiev: "La Champions debería llamarse CR7 Champions League".

O aquella frase tras perder en el Bernabéu frente al Atleti: "Si todo estuvieran a mi nivel, iríamos primeros". Y aquella que muestra lo que piensa de los que tiene a su lado en el campo: "Al equipo le doy un 9, a mí un 10". O cuando tras marcar un buen tanto en el Olímpico de Roma aseguró que "es normal cuando se tiene calidad". Lógica aplastante que Ronaldo aplica para postularse con uno de los grandes del momento: "Al que le gusta el fútbol, le gusto yo".

El portugués no se pone colorado con sus afirmaciones. Más que nada porque una de sus máximas es que "demasiada humildad es un defecto". Dicho esto es normal que uno de los mayores goleadores de todos los tiempos afirme que "no tengo que demostrar nada a nadie" porque considera que en su caso ya "no hay nada que demostrar". Como CR7 se ve como el más grandes lógicamente no hubo, hay o habrá un jugador al que admire el de Madeira: "Mi futbolista favorito soy yo". Y en las ocasiones en las que habla sobre otros jugadores es para dejar algún recadito como el que lanzó cuando el tridente del Barça Messi-Suárez-Neymar estaba de moda y presumía de su buen rollito fuera del campo. "Las comiditas, los besitos y los abrazos no sirven para nada. En el Manchester United gané la Champions y no hablaba con Ferdinand, Giggs o Scholes", descubrió.

La personalidad de CR7 parece irritar a parte de la afición española, que lo abuchea siempre que puede. Cristiano sabe el motivo: "Me silban porque soy rico, guapo y buen jugador. Me tienen envidia". Es lo que pasa -siempre Cristiano dixit- cuando "lo que incomoda a las personas es mi brillo, los insectos sólo atacan a las lámparas que brillan". Ya lo dice el empresario italiano Luciano Benetton: "No hay que nacer rico, nacer rico es una desgracia". Y Ronaldo nació millonario en ego.