Tras 15 partidos sin perder, Perú aterrizó en Moscú ayer con la moral por las nubes, liderada por su capitán Paolo Guerrero, escoltado por su compadre Jefferson Farfán, un sueño hecho realidad para la afición rojiblanca, tras 36 años de ausencia en el Mundial.

'¡Estamos de vuelta! Acá viajan más de 30 millones de peruanos', se lee en el vehículo oficial, de color azul, que transportará a la expedición durante toda la competición.

Encabezados por el propio Gareca y Juan Carlos Oblitas, director deportivo, desfilaron los jugadores, sin hacer declaraciones, ante un medio centenar de periodistas. Ya en el salón principal del hotel, la selección peruana fue recibida por un grupo de baile tradicional y Gareca recibió un jarrón de artesanía rusa.

Farfán y Guerrero

En el lujoso hotel la Bicolor, que no jugará ningún partido de la primera fase en Moscú, se concentrará durante toda la Copa del Mundo. Contará con la ventaja de prácticamente dormir en el aeropuerto para desplazarse a Saransk (16 junio, Dinamarca), Ekaterimburgo (21, Francia) y Sochi (26, Australia). Así evitará el caótico tráfico de la capital rusa.

Antes de subirse al avión, Perú completó su último entrenamiento en Gotemburgo, un día después de lograr un meritorio empate sin goles ante Suecia -que eliminó a Italia en la repesca para el Mundial-, un ensayo perfecto para lo que espera al equipo en seis días en Saransk.

"Puede que Dinamarca se asemeje a Suecia, pero con mayor intensidad, un equipo más disputado y que pelea cada pelota", señaló el técnico.

Perú pisará suelo ruso inmersa en la mejor racha de su historia: Diez victorias y cinco empates desde la derrota por 2-0 ante Brasil en el Estadio Nacional el 15 de noviembre de 2016.

Ante Suecia, Gareca optó por juntar en el ataque a los viejos amigos Farfán y Guerrero, nacidos ambos en 1984, que llegan a Rusia para coronar una larga trayectoria que comenzaron juntos en las inferiores del Alianza Lima.