La fortuna del fútbol sonrió a Irán, que ganó por 0-1 a Marruecos con un gol en propia meta del marroquí Aziz Bouhaddouz en el minuto 95 en un duelo que parecía condenado al empate.

El conjunto iraní, que se había dedicado todo el partido a esperar a Marruecos y salir al contragolpe, se encontró con tres puntos en un saque de esquina desde la izquierda que Bouhaddouz, en su intento por despejar, introdujo en la portería de su compañero Munir, condenando al conjunto magrebí, que había sido más ambicioso.

De esta manera, Irán logró su primer triunfo en su primer duelo de un Mundial y se enfrentará a España, una de las favoritas del Grupo B, con tres puntos en el bolsillo, mientras que Marruecos se irá de vacío y con la sensación de haber merecido mucho más, especialmente por su ambiciosa propuesta de los primeros minutos.

Marruecos e Irán protagonizaron un duelo inédito en la historia del torneo y significativo por enfrentarse dos selecciones de países con mayoría musulmana en el día de Aid al Fitr, la fiesta que marca el fin del mes del ayuno sagrado o Ramadán, que pareció notarse en el final del duelo, con hasta tres lesionados.

Dos selecciones similares en cuanto a sus planteamientos: una defensa férrea y un ataque veloz, lanzado por sus extremos y con delanteros móviles dispuestos a aprovechar la mejor ocasión. Y necesitadas de un triunfo antes de acometer sus duelos contra los dos favoritos del grupo.

Marruecos tenía clara la puesta en escena: morder y buscar el gol cuanto antes. Y lo hizo desde el primer minuto, con un disparo del joven mediapunta Amine Harit. No habían pasado diez minutos cuando los magrebíes contaban varios centros al área de Amrabat y un remate solo del delantero centro El Kaabi tras un mal despeje persa.

El seleccionador iraní, el luso Carlos Queiroz, pedía calma a los suyos para que detuvieran la avalancha ofensiva rojiverde; pero el que tenía que emplearse a fondo era el meta Ali Beiranvand, una triple ocasión marroquí en un golpe franco, con el defensor del Juventus Mehdi Benatia como último rematador.

El conjunto iraní solo lograba acercarse en situaciones aisladas, generadas siempre por Azmoun y Ansarifard, aunque por suerte para los persas Marruecos había perdido la frescura, y casi lo pagan los de Hervé Renard, que estuvieron a punto de irse por detrás al descanso. La fortuna, sin embargo, terminó sonriendo a los iraníes.