A finales de septiembre de 1989, en plena Perestroika y a escasas semanas del desplome definitivo del muro de Berlín, un insólito despacho de la agencia de noticias Tass agitó el mundo. Según la fuente, órgano de propaganda del Politburo y del KGB, un objeto volante no identificado (ovni) se había posado en un parque de la ciudad rusa de Voronezh, 500 kilómetros al sur de Moscú, y de él habían salido tres extraños seres humanoides de cuerpo espigado y cabeza jibarizada, acompañados de un robot. Uno de ellos incluso había hecho desaparecer por unos instantes a uno de los niños que jugaban entre los árboles, y que después relataron por separado, y con el mismo lujo de detalles, cómo era la nave alienígena y el aspecto de sus ocupantes.

La noticia corrió como la pólvora a través del mundo, entonces ya con los ojos fijos en la antigua URSS y en el otro fenómeno, también de apariencia paranormal, que se estaba produciendo en el país: el desplome del viejo imperio soviético. El noticiero nocturno de televisión española, presentado por Luis Mariñas, colocó la noticia en un lugar destacado de su parrilla; el semanal Tiempo abrió su portada con el titular "Ya están aquí...", y el diario ABC apostó por "E.T en el país de los soviets". Incluso agencias internacionales como Reuters y Ap, publicaron teletipos con encabezamientos inquietantes del tipo "los científicos confirman el aterrizaje en la URSS del ovni tripulado por gigantes" o "las mediciones realizadas muestran el doble de radiación en la zona".

Casi treinta años después nadie en Vorozneh quiere hablar del fenómeno. El lugar donde supuestamente aterrizaron los marcianos forma parte hoy de una barriada deprimida y bastante peligrosa, en la que los periodistas no suelen ser bienvenidos. "No, no quiero hablar del ovni, pero claro que estuvo", explica uno de los vecinos. "No, tampoco quiero hablar de fútbol. No sabía que había un equipo aquí, la verdad, no me interesa", admite el hombre, un anciano de barba desaliñada y ropa descuidada.

En esta urbe industrial y pulcra, hermanada con la española León, en la que vive cerca de un millón de personas, vela sus armas la selección de Marruecos ante su ahora intranscendente -para ellos- duelo frente a España.

Los magrebíes han desplegado hasta la fecha uno de los juegos más brillantes y atractivos del mundial, pero han quedado ya eliminados, después de que el gol se hayan tornado para sus delanteros en un arcano tan difícil de desentrañar como el platillo volante de Voronezh.

A escasos kilómetros de donde supuestamente se posó apuran los pocos días que le restan de este torneo con la difícil tarea de conciliar lo que les pasa por la cabeza y lo que les dicta el corazón.

Las vacaciones y el inicio inminente de la próxima temporada les resta intensidad. A ello se opone el deseo, verbalizado hasta la saciedad, de doblegar a España para trocar la amargura por el placebo de hacer feliz a los más de 30.000 magrebíes que se han desplazado a Rusia. "Vamos a jugar como si la clasificación estuviera aún en juego", explicó un miembro de la federación marroquí.

Al igual que Krasnodar, donde reposa España, Voronezh es una de esas ciudades a las que apenas ha tocado la varita de la Copa del Mundo. Aquí no se jugará ningún encuentro, apenas hay propagandani aficionados.