La selección de fútbol de Suiza se ha convertido en un clásico del siglo XXI, estando presente en todos los torneos importantes y causando siempre una excelente sensación, muy por encima del nivel individual de sus jugadores y asentada, sobre todo, en el trabajo colectivo, el orden y las ayudas de unos compañeros a otros para competir de tú a tú contra las grandes del balompié. Este año no está siendo la excepción. El empate contra Brasil en la primera jornada y la enorme remontada contra Serbia de este viernes fueron buena muestra de esta creación colectiva integrada por jugadores que se conocen desde hace años, como los laterales Ricardo Rodríguez y Lichtsteiner, el mediocentro Xhaka, el mediapunta Dzemaili o el extremo derecho Xherdan Shaqiri, sin duda el más desequilibrante de todos y que pese a tener 26 años lleva al menos seis de ellos siendo la gran estrella de la Confederación Helvética. El conjunto suizo está integrado por hijos de inmigrantes, esos que le convirtieron en uno de los países más ricos y libres del mundo. El fútbol, como ocurre en otros muchos sectores, -y sino que se lo digan a esa "Florencia" contemporánea llamada Silicon Valley- sabe aprovechar a la perfección el talento llegado de todos los rincones del planeta. Son las ventajas de las sociedades abiertas frente a aquellas encerradas en sí mismas.

Pero, sin duda, si algo destaca en los orígenes de los jugadores suizos es la cantidad de ellos que tiene su origen en Albania o en Kosovo, por lo que el albanés es prácticamente el primer idioma en el vestuario de los helvéticos. Y esta situación es precisamente lo que hizo que la remontada ante Serbia se haya convertido poco menos que en un conflicto diplomático. Tanto Xhaka como Shaqiri, los artífices de los dos goles, son albanokosovares y celebraron sus tantos haciendo con las manos el símbolo de la doble águila albanesa. Ambos son militantes de la causa de Kosovo, independiente de facto desde 2008 pero cuyo referéndum unilateral no fue reconocido por Serbia ni por otros países como la misma España, que siempre hizo una lectura en clave local de su situación.

Los goles de Xhaka y Shaquiri fueron celebrados en los países "hermanos" de Kosovo y Albania. Tanto en Tirana como en Pristina los ciudadanos salieron a la calle a hacer sonar las bocinas de sus coches y a exhibir banderas como si ganasen un mundial al que sus selecciones ni siquiera se han clasificado. Los conflictos en los Balcanes, además del odio étnico encarnizado, tienen una larga tradición de mezcla entre fútbol y política, y el capítulo anterior había sido en 2014, cuando el ariete serbio Mitrovic interceptó un dron que sobrevolaba el estadio con la bandera de la Gran Albania, precisamente en un duelo contra Albania. Aquello acabó en batalla campal y sanciones a ambas selecciones. Habrá que ver qué consecuencias trae las celebraciones de Suiza.

Shaqiri fue claramente el hombre del partido del viernes y rindió al nivel que tiene acostumbrado a sus compatriotas. El golazo desde fuera del área de Xhaka partió de un disparo suyo despejado por la defensa serbia. Después generó varias ocasiones, entre ellas un disparo al segundo palo desde el lateral del área, toda una marca de la casa de Shaqiri, que se acabó estrellando en la cruceta. En una contra, en el tramo final, exhibió la velocidad, una de sus grandes virtudes, y selló la remontada. Es vital la participación de Shaqiri para que Suiza siga escribiendo una historia exitosa en esta Copa del Mundo. Más allá del orden sobre el césped, el bajito delantero del Stoke es quizás el único helvético con capacidad para romper líneas rivales regateando. Y eso que no llegó a ser la estrella del fútbol mundial que prometía hace cuatro años, cuando se presentó en el Mundial de Brasil 2014 como jugador del Bayern de Múnich.

Tras echar la puerta abajo con el FC Basilea, con 23 goles y 27 asistencias en tres temporadas y ganando dos ligas locales, Shaqiri se fue al Bayern por 11 millones de euros. Participó en el equipo que consiguió el triplete en 2013, cuando levantó la Champions League. Sin embargo, nunca fue titular con los de Baviera y en enero de 2015, cuando firmaba una campaña discreta, se fue cedido al Inter de Milán. Media temporada en el conjunto milanés apenas de dieron para anotar tres goles. La estrella del habilidoso extremo se apagaba demasiado pronto.

Se fue entones al Stoke City cedido con opción de compra. Los espacios de la Premier League le permitían explotar sus mejores cualidades. Pero sin embargo sus cifras de goles nunca fueron demasiado altas y la última temporada, en la que rindió mejor a nivel individual, acabó con el Stoke descendido. Parece difícil pensar en Shaqiri jugando la Championship la próxima campaña, por lo que este Mundial también puede ser un escaparate perfecto para que le salgan novias y pueda continuar jugando al máximo nivel. Con 26 años, tiene tiempo de sobra para reconducir su carrera y explotar como se esperaba de él.

Zurdo, explosivo, de gran disparo, con una potencia de arrancada muy fuerte, Shaqiri seguirá siendo por tiempo el futbolista más desequilibrante de su selección. Su pega es que demasiadas veces se precipita y toma decisiones que no son las acertadas. Aunque con su país juega siempre partiendo por la banda derecha, para aprovechar su buen disparo con la izquierda, también puede actuar como segundo punta o por la otra banda. Los ojos de los suizos, de todas las procedencias e identidades que conforman el mosaico de culturas helvético, estarán puestos en su rendimiento.