Entré un día en La Opinión y allí, en la recepción, estaba Enrique García-Raposo. Buscaba unos ejemplares del coleccionable de los 110 años de historia del Deportivo, los pocos que le faltaban. "No estaba en la ciudad y en el quiosco no me los guardaron", me contó. Nos pusimos al día, diez minutos de charla. Dejamos un par de temas pendientes para el futuro, como un proyecto en el que yo estaba trabajando y en el que me ofreció generoso su ayuda. Pero sobre todo una entrevista que me había prometido al dejar el cargo tras 30 años en la Federación Gallega de Patinaje y que nunca llegué a hacerle. Porque no sabía que iba a ser la última vez que lo vería. Unas pocas semanas después, la noticia de su repentino fallecimiento me dejó fría. A mí y a todo el mundo del deporte, del patinaje y, en especial, del hockey sobre patines. Apenas lo conocía más allá de una estricta relación profesional, casi puedo contar con los dedos de las manos las veces que habíamos coincidido. Pero su legado es imposible de no conocer y muchos menos de olvidar. Al contrario que muchas de las personas de la ciudad ligadas al hockey, su vinculación no era de cuna. No pertenecía a ninguna de esas sagas que inundan con sus apellidos las sucesivas generaciones. Su corpulencia delataba sus orígenes en el balonmano. Aunque también se calzó los patines desde la categoría juvenil. Su sitio, decía, no estaba en las pistas sino en los despachos. Lo dejó claro desde muy joven. No había cumplido los 20 años cuando fundó la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Santo Domingo, el Dominicos, que con él como presidente ascendió a División de Honor. Con 22, entró a formar parte de la Federación Gallega, donde hasta 1985, que asumió su dirección, ejerció de vocal, secretario y vicepresidente. Así que a sus 30 años como presidente añade casi otros veinte de experiencia previa. Medio siglo entregado al patinaje, con tres Mundiales de hockey (A Coruña 1972 y 1988 y Vigo 2009) y uno de artístico (A Coruña 1974) a sus espaldas. "El deporte español no sabe lo que le debe", decía Ignacio González, el que fuera su eterna mano derecha. Se refiere al momento que le tocó lidiar al frente de la Federación Española y cuya gestión evitó el denominado cisma catalán. Habrá un hueco en el palco del Europeo del próximo mes. Pero estará muy presente, más este domingo, con el homenaje que se le realizará en el Palacio de los Deportes de Riazor. España, campeona del mundo, contra Portugal, campeona de Europa. Dos enemigas históricas que sin embargo se dan la mano, a quince días del inicio de la cita continental, para honrar a su persona. Por algo será. Es, sin duda, uno de los mejores partidos de hockey que se pueden ver hoy en día, aderezado con la actuación en el descanso del fenómeno Nadia Iglesias. Pero lo que haría realmente felices a los que han promovido este homenaje, sus amigos y compañeros de la junta directiva que presidió, será ver las gradas del pabellón llenas. Las entradas cuestan dos euros. Todavía pueden comprarse para participar en esta muestra de respeto y reconocimiento. Solo quiero añadir una cosa en la que pienso también desde el reciente fallecimiento de Alberto Areces y desde que la hija de Enrique, Begoña, recogió la mención especial a su padre en la Gala do Deporte de A Coruña e a súa Comarca organizada por LA OPINIÓN hace unas semanas. Los reconocimientos, los homenajes, mejor en vida. La ciudad debe mucho a tantas otras personas que lo han dado todo por el deporte. No esperemos a que sea demasiado tarde. A que nos quede esa entrevista por hacer. El momento es ahora.