Los argentinos celebraron la clasificación de su selección para octavos de final casi como si ya hubieran ganado el Mundial. Messi estaba convencido de que ganarían a Nigeria porque Dios, ya se sabe, a veces es argentino y no podía fallarles como falló a los alemanes, que ya están en casita después de empeñarse en llevar la contraria a Gary Lineker ("El fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania"). Todos decían que Messi estaba acabado para la selección argentina y que el 10 no era un líder como Ronaldo para Portugal y, de repente y en un partido, Messi vuelve a ser el mejor futbolista del mundo, el líder que arenga entre susurros a sus compañeros en el descanso del partido y la gran esperanza de Argentina para ganar un Mundial sin Maradona. Conclusión: J. R. R. Tolkien, el autor de El señor de los anillos, tenía razón cuando decía que no todos los que deambulan están perdidos. La selección argentina deambuló por la fase de grupos del Mundial como si fuera un borracho buscando las llaves en el portal, pero no estaba perdida o, si lo estaba, se encontró con un gol salvador cuando ya casi nadie lo esperaba. Messi deambuló por el terreno de juego mientras croatas, islandeses y nigerianos corrían que se las pelaban, pero no estaba perdido porque marcó un gol sólo al alcance de los elegidos. Ozil deambuló con la selección alemana y? Bueno, Ozil sí estaba tan perdido en Rusia como el resto de la selección alemana. Algunos de los que deambulan sí están perdidos.

Así que la cuestión no es deambular o no deambular, sino competir como a un equipo le sale de las tripas. Si Argentina en general, y Messi en particular, deciden deambular contra Croacia, no significa que estén perdidos contra Nigeria. Pero si a los alemanes les da por deambular contra México todo el partido, deambular contra Suecia todo el partido (menos el descuento) y deambular contra Corea todo el partido (en especial en el descuento), lo más seguro es que se pierdan los octavos de final del Mundial. Sin embargo, hay selecciones como Brasil para las que debería estar prohibido deambular en un Mundial no por motivos éticos (los espectadores queremos ver siempre a una selección brasileña que no traicione a Pelé), sino estéticos. ¿Alguien se imagina a Mick Jagger deambulando por el escenario en un concierto de los Rolling Stones? ¿Alguien se imagina a Bart Simpson deambulando por un capítulo de los Simpson? ¿Alguien se imagina a Alejandro el Grande deambulando por Asia sin pretender cambiar el mundo, o a Sherlock Holmes deambulando por Londres sin un caso dificilísimo que resolver, o a Santiago Segura deambulando por todos los programas televisivos sin una nueva película que promocionar? Brasil siempre tiene que ser Brasil, y el juego de Neymar es más feo cuando el jugador brasileño decide deambular por el terreno de juego que cuando se saca del sombrero un regate innecesario en el descuento de un partido que ya está ganado. Argentina, como Italia, tienen licencia para deambular por un Mundial de fútbol porque no todos los que deambulan están perdidos. Brasil, no.

Brasil tiene que ser siempre el Frank Sinatra del fútbol.

"Voy a vivir hasta que me muera", decía Frank Sinatra. Vivir a la manera de Sinatra, por supuesto. No hay otra manera de ser Sinatra que ser Sinatra. "Voy a ser Brasil hasta que me muera", tendrían que cantar los futbolistas brasileños después del himno de su país. Brasil, como Mick Jagger o como Alejandro el Grande, nunca puede deambular como en el partido contra Costa Rica. Y Brasil, como Frank Sinatra, tiene que vivir hasta que se muera para, de esa manera, vivir para siempre.