El mundo mira hoy a la Rusia de Putin. En Luzhniki (Moscú), donde España mordió el polvo, se alzará un nuevo campeón de la competición más importante del deporte rey. Francia busca su segunda estrella mundialista y Croacia romper el establishment de la aristocracia futbolera (solo ocho selecciones han logrado levantar la Copa desde 1930 en Uruguay).

Además de la Copa del Mundo, la cota más grande para un futbolista en lo grupal, también está en juego el trono individual. El duopolio Messi-Cristiano, que ha dominado el planeta fútbol durante la última década, puede pasar a mejor vida después de la coronación de Rusia. Dos aspirantes, Modric y Griezmann, croata y francés, atlético y madridista, pican con saña a la puerta.

Ambos jugadores, faros de su equipo, llegaron a Rusia en condiciones parecidas, en una temporada en la que fueron de menos a más con sus equipos. Modric, capitán croata, guía del Madrid en los últimos cinco años, en las que los de Chamartín han levantado cuatro orejonas, está cuajando un gran Mundial, en el que, como le pasó a Iniesta con España en 2010, su influencia decisiva está creciendo a medida que avanza el campeonato.

Modric es uno de los atractivos de la final de esta tarde. A sus 32 años, sabe que está en el foco, pero huye de individualidades: "Un reconocimiento personal no es una prioridad. Lo he dicho muchas veces, estoy centrado en el éxito de mi equipo nacional. Verme en este contexto es bonito y placentero, pero no estoy preocupado por eso. Quiero que mi equipo gane la Copa, las otras cosas están fuera de mi control", afirma Modric.

El croata de ganar sabe un rato. Con el Madrid ha levantado todos los títulos posibles y ha ganado las últimas diez finales que ha disputado con los blancos. La última que perdió fue precisamente contra el Atlético de Madrid en la Copa del Rey (2013), aunque Griezmann, su rival hoy en el ring, jugaba en la Real Sociedad.

Si Croacia toca hoy el cielo y Modric es coronado como mejor jugador del torneo, su candidatura a ser el mejor jugador del mundo contará con los avales necesarios para triunfar. El croata lleva dos goles en este Mundial, contra Argentina y Nigeria, y se ha alzado dos veces con el título a mejor jugador del partido. Queda por ver si será suficiente para hacerse con el Balón de Oro. Griezmann, cuyo periplo en Rusia empezó marcado por un documental televisivo (producido por Piqué), en el que el francés anunciaba que le daba calabazas al Barça y se quedaba en el Atlético, lucha contra la posible coronación de Modric. El principito empezó el Mundial algo distraído, pero una vez centrado en el balón ha sido el enlace de un conjunto francés disciplinado en el que prima lo físico.

En semifinales, contra Bélgica, Griezmann dio un recital de control de balón. El francés lleva dos goles, contra Uruguay, con la ayuda de Muslera, y de penalti en la primera jornada contra Australia. En clara progresión, tanto en su equipo como en el combinado nacional, Griezmann, también está a la cola para romper el reinado Messi-Cristiano, y pasar de Principito a Rey. Además, a su favor juega que el Balón de Oro lo otorga la revista gala France Football.

Detrás de Modric y Griezmann, algo más tapados pero muy visibles, asoman Mbappé y Rakitic. El barcelonista, con menos eco mediático que Modric, es el salvador de Croacia. Su acierto en las dos rondas de penaltis decisivas, ante Dinamarca y Rusia, han llevado a su país a lo más alto. Contra Dinamarca rescató a Modric, que había errado un penalti a pocos minutos del final que hubiese supuesto la victoria. En la Liga, más cómodo con Valverde que con Luis Enrique, cuajó su mejor temporada como azulgrana.

Y finalmente está el terremoto de Rusia, que tiene 19 años y juega en el PSG. Mbappé ha maravillado. Su galopada ante Argentina quedará en la retina de un jugador que parece no tener techo. En su club, por el momento, está a la sombra de Neymar, que se fue de Rusia sin pena ni gloria. Veremos hasta cuando.