Tonny van den Dungen disputó con Holanda el Mundial de A Coruña en 1988. Treinta años después son sus hijos Joey y Rico los que defienden la camiseta naranja en el Europeo de Hockey que se está celebrando en la ciudadEuropeo de Hockey , mientras que él dirige a la selección de Bélgica. El destino quiso que ayer se tuviesen que enfrentar en el último partido de la fase de grupos, con victoria neerlandesa por 10-5. "Es la primera vez que me enfrento a Rico, porque en la liga alemana estamos en el mismo equipo, el Calenberg, pero contra Joey -que está en el Reimscheid- ya había jugado", explica el progenitor de esta saga, que admite que es difícil separar las dos facetas y que por eso tenía el corazón dividido.

"Nunca me olvido de que son mis hijos", reconoce. "Para mí es fácil", reta Joey mirando hacia Tonny y Rico, "en la pista son como otros rivales y después vuelven a ser mi hermano y mi padre". Para reto, el del patriarca: "Si alguien de mi equipo les pegara, me lo tomaría como parte del juego. Pero después del partido... iría a buscarlo". Se ríe. Es raro verlo serio. Está feliz. "Es increíble que los chicos estén aquí jugando contra los mejores del mundo", dice mirando a su alrededor.

Él ya lo hizo en el Palacio de los Deportes de Riazor en un época en la que Holanda llegó incluso a eliminar a España en los cuartos de final de un Europeo. Ahora atraviesa más problemas. Los Van Den Dungen son de los últimos testigos. De los pocos supervivientes. Los hermanos, de hecho, crecieron cuando el hockey sobre patines todavía era importante en su país. Desde los cuatro años se aficionaron y aunque Joey iba para portero de fútbol y Rico tiene fisionomía de nadador, finalmente siguieron los pasos de su padre. "Antes en nuestro país había dos divisiones, ahora apenas hay equipos. Si quieres progresar, te tienes que ir a jugar a Alemania", dice el mayor, Joey, de 23 años. Rico, de 21, estaba a las órdenes de Tonny en el Calenberg y la familia por fin se juntará para la próxima temporada en el mismo equipo de la liga alemana. "Se acabó el sufrimiento para mí", sonríe.

El padre fue el primero en trasladarse desde Holanda a Alemania en 1992. Después de sus años en activo dirigió a varios equipos, incluso la selección neerlandesa. Bélgica es su último destino. "Necesitaban alguien que les ayudara y me ofrecí", recuerda, "pero tenemos muchos problemas porque unos hablan en alemán, otros en francés...". No es el principal del país, que ha recibido una goleada tras otra. Ayer le doblegó la Holanda de sus hijos. Dos banderas para una sola familia.