El espíritu de María Pita impidió la invasión francesa. Si la heroína coruñesa defendió la ciudad del ataque de los ingleses, fue su paisano Eduard Lamas, muchos siglos después, el que cortó por lo sano la que pretendía ser la revolución gala en este Europeo. Con el partido igualado (2-2) y el rival subido a las barbas, el liceísta sacó lo mejor de sí mismo para anotar dos goles que cambiaron el rumbo del duelo y que unidos al tanto del también coruñés Ignacio Alabart en la recta final, metieron a la selección española en la final de hoy, en la que se medirá a Portugal.

A pesar del abultado resultado, Francia no fue un rival fácil. Más bien incómodo, por su velocidad, movimiento de bola, irreverencia de unos niños que apenas superan la veintena pero que han demostrado haberse situado a la altura de los mejores del mundo. Para frenarles, España, en la que no jugó ni un minuto Raúl Marín, fue la antítesis de lo que había sido ante Italia. El plan claro desde el minuto uno era correr, transiciones rápidas, cansar a los galos hasta que no les quedara oxígeno en los pulmones, como les ocurrió el día de Portugal. Alejandro Domínguez sacrificó defensa e invirtió en velocidad.

Un juego mucho más vistoso que lo visto hasta entonces. Y con él, no fueron pocas las ocasiones que tuvo para adelantarse. La primera de Alabart, después un palo de Adroher. También hacía daño Francia. Era un intercambio de golpes continúo. El principal referente era Carlo di Benedetto. El del Liceo finalizaba todas las jugadas. Fabrien Savreux empezó pronto las rotaciones. Tenía que dejar descansar a los suyos porque el ritmo estaba siendo altísimo.

Ferrán Font salió desde el banquillo y realizó un gran trabajo. Se trabajó muy bien su posición dentro del área. Fabricó un penalti, que falló Casanovas, el mismo que no acertó una directa minutos después, pero a cuyo rechace sí llegó Nil Roca, el más rápido, para el 1-0. Se abría la lata porque Keven Correia estaba parando increíblemente bien. Francia respondió. Su premio, a final del primer tiempo. Carlo di Benedetto tiró una directa que estrelló en el palo y cogió el rechace en el aire para firmar el empate.

El botín aumentó cuando nada más empezar el segundo tiempo, Roberto di Benedetto aprovechó una contra para picar la bola y en el mano a mano superar a Sergi Fernández. La misma maestría que tuvo Ferrán Font para, poco después, tras fallar una directa, pillar el rechace y hacer el 2-2.

El duelo se convirtió en un correcalles. Las transiciones eran un visto y no visto. La igualdad, máxima. La rompió Eduard Lamas. Se veía que tras salir del banquillo tenía un áurea especial. En la primera defensa solo tuvo que meterle el cuerpo a Roberto di Benedetto para intimidarlo. Estaba muy enchufado y su cañonazo directo a portería que supuso la ventaja española solo fue una muestra. Por si fuera poco, hizo el cuarto. Se veía venir. Cogió la bola, se fue sin que nadie pudiera pararle y para dentro.

Fue la puntilla para Francia. El partido murió. Quedaban diez minutos pero los galos pagaron su cansancio y su juventud. Acabaron desquiciados, todo el rato por el suelo y con un enfrentamiento incluido con Eduard Lamas, que vio azul. La directa fallada por Carlo pudo cambiarlo todo. No fu así y se sucedieron los goles que desvirtuaron el resultado. Ignacio Alabart sentenció desde la directa y Pau Bargalló, de penalti. Nil Roca y el capitán cerraron el marcador.