Hubo un momento del clásico en que pareció que los jugadores del Madrid habían apostado por salvarle el cuello a Julen Lopetegui. Tras un primer tiempo horrible, el técnico reajustó a su equipo y el panorama cambió de tal manera que en diez minutos Marcelo hizo el 2-1 y Modric mandó un balón al poste. Un palo más para un entrenador que, aciertos o errores al margen, parece gafado desde que llegó a la casa blanca. Quizá un palo definitivo porque a partir de ahí el Barça se rehízo y, arrastrado por la voracidad de Luis Suárez, acabó completando una manita. Quizá ese cuarto de hora de vendaval madridista no sea suficiente para salvar a Lopetegui, víctima de un equipo que sangra por la herida en las dos áreas.

Aunque el resultado pueda indicar lo contrario, el VAR tuvo su influencia en el primer clásico de la historia con la tecnología. Gracias a la revisión de una entrada de Varane a Luis Suárez en el área pequeña, el Barça se fue al descanso con un, aparentemente, cómodo 2-0. Como en tantos otros partidos, el protocolo de utilización del VAR también dejó alguna sombra, ya que no entró a valorar un pisotón de Luis Suárez a Nacho que el árbitro resolvió con una simple amarilla.

A esas alturas, el Barça ya ganaba 3-1 gracias al uruguayo, que ha dado un evidente paso al frente desde que su vecino se lastimó el brazo. Al Barça, un equipo tan metódico cuando se ajusta a su estilo, le viene bien un futbolista como el uruguayo, que se sale del guión. Ayer, al margen de su trabajo de presión y ayudas a sus compañeros, estuvo en casi todos los goles. Se llevó a tres defensas para que Jordi Alba encontrase totalmente solo en el área a Coutinho, que marcó a placer el 1-0. Suárez también le ganó la partida a Varane para ganarse un penalti que transformó con maestría. Respondió al poste de Modric con un remate de espuela que también se estrelló en la madera y acabó con la incertidumbre con dos grandes goles, el 3-1 en un cabezazo a centro de Sergi Roberto y el 4-1 picando el balón sobre la salida de Courtois como si del mismo Messi se tratara.

Luis Suárez fue el depredador que esta temporada le falta al Madrid. No fue el mayor problema blanco en un primer tiempo de control absoluto del Barcelona, hasta el punto de que Ter Stegen casi ni se inmutó con los intentos lejanos de Benzema, Bale y Sergio Ramos. Fueron 45 minutos que confirmaron la descomposición de un equipo que defendió mal y atacó peor. En cuanto Bale se despreocupó de Jordi Alba, el Barcelona encontró la forma de hurgar en la herida madridista.

Pero no fue sólo cuestión de fútbol. La diferencia entre los dos grandes también se adivinó en la fiereza azulgrana en la presión, que le permitió recuperar muchos balones en zonas adelantadas. Los madridistas lo intentaron sin método ni convencimiento, lo que facilitó el rondo del Barça, con Arthur a la cabeza. El primer tiempo desveló el mal momento de valores seguros como Modric o Kroos, así como el destemple de Isco, muy descolocado. La lesión de Varane animó a Lopetegui a ejercer de entrenador y dar un golpe encima de la mesa. Con Casemiro incrustado entre Nacho y Sergio Ramos, el Madrid dio un paso al frente tras el descanso.

Lucas Vázquez y Marcelo dieron rienda suelta a su espíritu ofensivo por los carriles, Isco se movió a sus anchas entre líneas y Benzema encontró por fin en Bale a un compañero en el ataque. El Madrid se soltó, se hizo dueño del balón y el Barça no encontró cobijo ante la marea blanca. La conexión Lucas-Isco permitió a Marcelo mostrar su alma de delantero y marcar por tercer partido consecutivo. Era el momento del Madrid, al que en dos minutos se le escapó el partido: Sergio Ramos cabeceó alto un centro de Marcelo y Modric mandó al poste tras una pérdida azulgrana en la salida del balón.

Superado el momento de crisis con un daño mínimo, el Barça mostró su perfil más práctico. Ter Stegen empezó a buscar en largo a Luis Suárez para saltarse la presión blanca. Y el plan funcionó. Luis Suárez y Jordi Alba tuvieron el tercero antes de que Benzema, con un cabezazo alto con todo a favor, firmase el adiós blanco a la remontada. El resto, para lo bueno -los goles- y lo malo -el pisotón a Nacho- lo puso Luis Suárez, aunque la guinda de la manita llegó con el cabezazo de Arturo Vidal a centro de Dembélé.