El partido de la vuelta de la final de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors, que se pospuso del sábado para el domingo por la agresión al autobús del Xeneize y luego se ha postergado con fecha indefinida, ha tenido como protagonista excluyente a la violencia, una vez más presente en el fútbol argentino.

Argentina, y el fútbol mundial en general, aún se pregunta perplejo cómo lo que comenzó como la final del siglo, que tuvo un espectacular primer episodio hace dos semanas en La Bombonera (2-2), ha derivado en una situación bochornosa, que saca a la luz lo peor de una rivalidad mal entendida.

Cientos de miles de hinchas de River Plate aguardaban el sábado a las 13.00 horas, cuatro horas antes del pitido inicial, la apertura de puertas del estadio Monumental. Los simpatizantes ingresaban entre cánticos de aliento y alegría, pero todo cambió cerca de las 15.30, cuando el autobús con los jugadores de Boca Juniors fue llevado por una esquina en la que había miles de hinchas de River Plate, muchos de los cuales rompieron los vidrios con piedras y botellas.

La policía arrojó gases lacrimógenos para dispersar a los agresores, pero estos afectaron también a los jugadores que, al llegar al estadio, tuvieron vómitos y los ojos enrojecidos. Los médicos de la Conmebol revisaron a los jugadores, reconocieron lesiones físicas, pero aseguraron que no había "causal" de suspensión porque ellos no podían constatar las lesiones de córneas del capitán Pablo Pérez y de Gonzalo Lamardo, quienes fueron llevados a un sanatorio privado.

La Conmebol pospuso primero el partido para las 18.00 y luego, cerca de ese horario, lo pasó para las 19.15. Mientras tanto comenzaron a circular fotos de las heridas en el ojo de Pérez y Lamardo, vídeos de los jugadores de Boca dentro del autobús pidiendo ayuda a los médicos e imágenes de hinchas que protagonizaron actos de violencia en las inmediaciones. Entre enfrentamientos con la policía, intentos de ingresar al estadio sin entradas y robos en las inmediaciones, el club cerró el estadio, dejando a varios hinchas con entradas fuera del estadio.

En ese momento los máximos ídolos de Boca Juniors, Carlos Tevez y Fernando Gago, salieron del vestuario para declarar que la Conmebol los "estaba obligando a jugar" a pesar de que ellos no estaban en condiciones. Con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en el estadio, la Conmebol era partidaria de que se jugase, pero el presidente de River Plate, Rodolfo D'Onofrio se solidarizó con los jugadores de Boca Juniors y apoyó el pedido de Daniel Angelici, presidente del Xeneize, de jugar el partido ayer domingo a la tarde.

Finalmente, el partido se pospuso hasta las 17.00 del domingo. Poco después se clausuró el estadio Monumental por haber superado la capacidad máxima. El club pagó rápidamente la multa y levantó la clausura.

Por la noche, el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, aseguró públicamente que el partido se iba a jugar ayer. De mañana lo ratificó. Sin embargo, Boca Juniors alegó al mediodía que sus jugadores no estaban en óptimas condiciones y pidió su suspensión.

Las puertas se abrieron nuevamente ayer alrededor de las 13.00 y miles de hinchas comenzaron a ingresar al estadio. Sin embargo, una hora después fue el propio Domínguez quien anunció que el partido se iba a posponer nuevamente, esta vez con fecha indefinida.

"No están dadas las condiciones y como estamos por el bien del fútbol vamos a convocar a los dos clubes a Asunción para buscar una nueva fecha", dijo el directivo de la Conmebol. "Queremos que los jugadores cuando entren sea sin ninguna excusa. El Consejo de la Conmebol no garantiza el espectáculo y por ese motivo vamos a posponer el partido. No es culpa de la Conmebol sino de los inadaptados. Tenemos reportes médicos que no garantizan que haya igualdad deportiva. La decisión ya está tomada", concluyó.

La Conmebol ha citado a los dirigentes de ambos clubes en Asunción, mañana martes, para buscar una complicada salida a todo el embrollo. El presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, afirma que, si bien "los partidos se ganan adentro de la cancha", su club ha hecho una documentada exposición de los hechos que desembocaron en el aplazamiento de la final y el pedido de los tres puntos como consecuencia de la descalificación del rival, según establece su reglamento.

El presidente de River Plate, Rodolfo D'Onofrio, ha replicado: "River nunca quiso jugar con ventaja. Ayer firmamos jugar hoy a las 17, pero no se pudo y está bien. No tengo ninguna duda de que el partido se va a jugar en River y con gente".

En Argentina se especula con que el ataque al autobús fue orquestado por los barras bravas (ultras violentos) por el allanamiento de la casa del líder de la barra días antes del partido. Otros aseguran que se trató de errores en el operativo de seguridad.

La única certeza es que la violencia volvió a ser protagonista de un partido disputado en Argentina, como ya ocurrió en incontables ocasiones y derivó en que los partidos se disputarán sin hinchas visitantes desde hace años para intentar disminuir los enfrentamientos y las muertes.