Estuvo a punto de conseguirlo, de sumar un último punto en su última carrera con el que endulzar su despedida de la Fórmula 1. Un, de momento, hasta luego, como él mismo quiso dejar bien a las claras dibujándolo en el morro de su McLaren. No pudo ser. Fernando Alonso finalizó undécimo la carrera de ayer en Yas Marina pero ofreciendo una vez más todo lo mejor de sí mismo y mucho más de lo que ofertaba su montura. Al ecuador de la carrera, baste recordarlo, era el decimoséptimo, el último de los supervivientes.

Hasta luego, campeón. Y, sobre todo, gracias. Gracias por estas diecisiete temporadas en las que has llevado la Fórmula 1 al gran público en España; gracias por esas 312 carreras que nos has ofrecido, por tantas batallas inmensas, muchas ganadas y otras muchas -demasiadas los últimos años- perdidas. No pudo el asturiano sumar ayer ese último punto que peleó hasta el final como lo hizo en todas y cada una de sus carreras desde que en 2001 debutó con Minardi, pero sí sumó el reconocimiento público, ante todo el mundo y de la mejor manera posible, de quienes, con la obligada ausencia de Michael Schumacher, han sido sus grandes rivales en el "Circo": Lewis Hamilton y Sebastian Vettel, primero y segundo ayer por delante de Max Verstappen en Yas Marina.

Fue realmente un final emocionante, con Hamilton y Vettel ralentizando el ritmo tras cruzar la línea de meta para esperar la llegada del bicampeón ovetense. El inglés a la izquierda de la pista con su Mercedes, el alemán con su Ferrari a la derecha, ofrecieron el centro al personal McLaren de Fernando Alonso -una banda azul por Asturias, la rojigualda por España- y así dieron una vuelta de honor al circuito. Once coronas mundiales entre ellos, once títulos entre los tres campeones que terminaron la carrera -faltaba el retirado Raikkonen- y que regalaron unos trompos finales a los aficionados antes de fundirse en unos abrazos de reconocimiento con un valor infinitamente superior a un punto de más o de menos en juego. Una imagen para un recuerdo grato después de la larga travesía por el desierto que ha atravesado Alonso: cuatro años y cuatro meses desde su último podio (Hungría, 2014), cinco años y medio de su última victoria (España, 2013), seis años y cuatro meses de su última pole (Alemania, 2012)...

Pero en este hasta luego del asturiano no es momento de lamentar el pasado sino de pensar en los retos que abre el futuro. En ese Mundial de Resistencia del que es líder con Toyota y en esas 500 Millas de Indianápolis que le falta como gran carrera que ganar y en las que volverá a estar presente con McLaren. Y quién sabe si en el futuro de nuevo la Fórmula 1. Ayer luchó como siempre hasta el final aunque sabía que la recompensa era mínima, pues ese punto que le podía otorgar la décima plaza en Abu Dabi tampoco le hubiera servido para conservar la décima plaza en la general de la temporada. Una décima plaza que le arrebataba Carlos Sainz, su "delfín" y su sucesor la próxima temporada en McLaren. El madrileño se despedía de Renault firmando una carrera ejemplar sólo por detrás de cinco de los "intocables": Hamilton, Vettel, Verstappel, Ricciardo y Bottas.

Emoción concentrada. Toda la emoción de la carrera se concentró en las diez primeras vueltas de las 55 a las que estaba programado el Gran Premio: el aparatoso pero sin consecuencias accidente de Hulkenberg volando hacia las protecciones en el giro inaugural tras tocarse con Grosjean; el abandono de Raikkonen (vuelta 7) en la que era su despedida de Ferrari, o la pelea de Verstappen primero con Ocón y luego con un Hamilton que aprovechó el coche de seguridad virtual provocado por la parada del finlandés para realizar el cambio de neumáticos y sentenciar con su estrategia la carrera. Porque ya entonces no tuvo más que esperar el pentacampeón a que sus rivales fueran cambiando neumáticos para ganar posiciones y hacerse con un liderato (vuelta 33) que ya no abandonó hasta el final. Cierre brillante de temporada para el de Mercedes, que sumaba la undécima victoria de la temporada y la 73.ª de su colección.

Tiempo de cambios. Mientras Sainz se despedía con un buen sabor de boca de Renault con esa sexta plaza y Raikkonen ponía un triste punto final a su etapa con Ferrari -el finlandés, último ganador con el cavallino, en 2007, defenderá la próxima temporada los colores de Sauber, la escudería con la que debutó en 2001-, Daniel Ricciardo se quedaba a las puertas del podio en la que era su última carrera con Red Bull antes de pasar a Renault. Y séptimo por tercera carrera consecutiva finalizaba Lecrerc, sin duda el piloto revelación de la temporada y que se ha ganado en la pista una plaza en Ferrari para 2019. Pero esa será ya otra historia.