El judo vivió unos años dorados en la ciudad, con tres judokas que llegaron a los Juegos Olímpicos en un período de ocho años. El que abrió el camino fue Victorino González, que en Seúl 1988 volvió con un diploma bajo el brazo. Ocho años después, en Atlanta 1996, doble presencia coruñesa. En los Juegos Olímpicos, de Roberto Naveira. Y en los Paralímpicos, de Francisco Boedo, compañero de Victorino González en el Shiai, que en el país estadounidense además se colgó la medalla de plata. En los siguientes Juegos repetiría experiencia olímpica. Esta vez sin podio como premio, pero sí con diploma, lo que completó un magnífico palmarés en el que figuraban numerosas medallas en Campeonatos de España, entre ellas nueve oros, y podios en Campeonatos de Europa.