Primera noticia, el tobillo de Bale está en condiciones. Segunda, y más importante: su instinto asesino, también. El galés, espléndidas condiciones al servicio de un físico con frecuentes frenazos, se convirtió en protagonista de la semifinal del Mundial de clubes. Un partido reducido a 60 minutos en los que Bale finiquitó el asunto con un triplete ante el Kashima Antlers japonés (1-3) que le sirvió para mostrar sus condiciones más preciadas. Y esta vez sí le acompañó la finalización.

Decía Gallardo, técnico de River, tras la eliminación de los suyos que el problema había tenido que ver con la concentración durante el encuentro. Que ahí habían sido superiores los jugadores del Al-Ain. Y la sombra de la sentencia de Gallardo planeó durante la puesta en escena de los otros dos semifinalistas. El Kashima entró con mejor tono. Visitó dos veces con peligro el área blanca en apenas dos minutos: zurdazo de Serginho que Courtois punteó y córner cerrado muy peligroso que no encontró ningún rematador.

Pero fue un inicio con efectos efervescentes. Ahí se acabó el peligro nipón. Monopolizó el Madrid la pelota apoyado en la línea formada por Kroos, Llorente y Modric y las ocasiones se sucedieron. Benzema, Bale y Ramos precedieron al primer chispazo del galés. Genial servicio de Marcelo y pulcra definición de Bale. A los 43 minutos, el muro del equipo japonés había sido derribado.

Si los japoneses querían protestar tras el descanso se encontraron con la rápida respuesta de Bale. A los 52 minutos aprovechó un error garrafal de tres jugadores nipones para tocar a la red con la puerta vacía. Dos minutos después, recibió de Marcelo y encañonó con la izquierda, directo a la escuadra. A los 60 minutos, Bale fue sustituido por Solari con la satisfacción del deber cumplido.

A partir de ahí, dejó de existir la semifinal. Sirvió, al menos, para ver algunos detalles. Como la propuesta de Solari de poblar el campo de centrocampistas: con Kroos, Llorente, Casemiro, Modric e Isco compartiendo mantel. O el ánimo de los incansables futbolistas del Kashima, que se llevaron el premio del gol: Doi culminó una meritoria jugada colectiva que recibió el espaldarazo del VAR. Hubo una mala noticia. Marco Asensio duró quince minutos en el campo antes de pedir el cambio, por lo que parece una recaída de su lesión. Fue el único borrón a una tarde plácida de reivindicación de Bale y que supone la antesala de otra oportunidad para seguir engordando la sala de trofeos del Bernabéu. Espera el sorprendente Al-Ain en la final de este sábado.